TRANSICIÓN DE LOS SISTEMAS DE ENERGÍA
ELÉCTRICA EN AMÉRICA LATINA Y EL
CARIBE (2007-2017): DIAGNÓSTICO Y ALTERNATIVAS SISTÉMICAS
Axel Bastián Poque González
Ingeniero Civil en Electricidad por la Universidad de Santiago de
Chile. Magíster en Ciencias de la Ingeniería con mención en Ingeniería
Eléctrica por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (Chile).
Actualmente cursa el programa de Doctorado en Ambiente y Sociedad de la
Universidad Estadual de Campinas (UNICAMP) de Brasil.
axel.poque@usach.cl
Recibido: 15/01/2020 y Aceptado: 01/04/2020
ENERLAC. Volumen IV. Número 1. Junio, 2020 (78-95).
RESUMEN
El tema de las transiciones energéticas ha cobrado relevancia durante
el último tiempo, dada la urgencia por mudar hacia una forma de
desenvolvimiento sostenible y socialmente aceptada. Este trabajo busca
explorar el tránsito experimentado por los sistemas de energía
eléctrica de la región de América Latina y El Caribe durante la década
comprendida entre los años 2007 y 2017. El desarrollo del artículo
inicia con una breve revisión de la literatura, prosigue con el estudio
de data histórica relativa a la composición de la matriz y generación
de energía eléctrica durante el período, y concluye con la exposición
de tres alternativas sistémicas que volcarían el desarrollo energético
hacia la sustentabilidad. Pese a que han sido halladas fortalezas y
oportunidades relevantes para la mejora, la región aún debe anteponerse
a múltiples desafíos.
Palabras clave: Transición
Energética, Sistemas de Energía Eléctrica, Sustentabilidad Energética,
Alternativas Sistémicas, América Latina, Caribe.
ABSTRACT
Energy transitions issue has gained relevance in the last time due to
the urgency to move towards a sustainable and socially accepted way of
development. This work seeks to explore the transformation of the
electric power systems in the Latin American and Caribbean region
during the 2007-2017 decade. The article begins with a little review of
the literature, it continues with the study of historical data related
to the composition of the matrix and generation of electricity during
the period and concludes with the exposition of three systemic
alternatives that would turn the energy systems towards sustainability.
It has been found strengths and opportunities for improvement, but the
region must still face multiple challenges yet.
Keywords: Energy Transition,
Electric Power Systems, Energy Sustainability, Systemic Alternatives,
Latin America and the Caribbean.
INTRODUCCIÓN
El término transición es ampliamente utilizado en disciplinas de la
ciencia para referirse a un proceso de cambio en un sistema que va
desde un estado a otro, mediante un cambio disruptivo no lineal.
Naturalmente, este cambio es el resultado de múltiples interacciones,
las cuales se desarrollan en diferentes dominios y niveles. Se trata de
un campo multi e inter y transdisciplinar, que permite tejer redes
entre diferentes materias y posibilita el estudio de los grandes
desafíos que enfrenta la sociedad (Loorbach, Frantzeskaki y Avelino,
2017).
En particular, los procesos de transición energética de la actualidad
se caracterizan por el relacionamiento de múltiples elementos, entre
los cuales destaca la innovación tecnológica, los cambios en la forma
en que se utiliza y produce la energía, la transformación de aspectos
sociales del sistema (energético), la presencia de un número cada vez
mayor de actores involucrados, la descentralización y una tendencia
hacia estrategias comunitarias para la administración de los recursos
(Hansen, Liu, y Morrison, 2019). Así, es imperioso comprender que las
transiciones energéticas dependen de una serie de actores y factores,
por lo tanto, la compleja interacción entre ellos, y las decisiones y
fuerzas influyentes definirán la existencia, velocidad y naturaleza de
las mudanzas (Fouquet, 2016).
Un riguroso análisis de las transiciones energéticas no sólo implica
atender a la añadidura de energía producida a partir de un nuevo
recurso, sino que, obliga a estudiar la sustitución de una fuente por
otra (York y Bell, 2019). Bajo esta definición, se suscita el problema
de la ausencia de estudios analíticos que atiendan a la transformación
que ha experimentado América Latina y El Caribe (ALC) en sus sistemas
de energía eléctrica durante los últimos años. Dicho lo anterior y con
motivo de llenar aquel vacío, el principal objetivo de este artículo es
identificar el fenómeno acaecido en ALC durante la década 2007-2017.
Luego, a partir de la interpretación de ello, se abre la puerta a un
segundo propósito, el cual consiste en explorar alternativas que
garanticen un desarrollo eléctrico alineado con los requerimientos y
exigencias del mundo actual.
Según registros históricos de la Organización Latinoamericana de
Energía (OLADE), y en concordancia con el Informe de Análisis de
Mercado de Energías Renovables en Latinoamérica de la Agencia
Internacional de Energías Renovables (IRENA) de 2016, la región
experimenta un notable incremento en la participación de fuentes
renovables no convencionales de energía a partir de la década de 2010.
No obstante, dado que este artículo persigue el objetivo de descifrar
los cambios que ha vivenciado el subcontinente, en términos del
reemplazo de fuentes, el período de análisis se focaliza en una década
(2007-2017), pues, un intervalo menor podría no hacer visible las
reales transformaciones (Kieffer et al., 2016; OLADE, 2019). En
términos generales, entre 2007 y 2017 la matriz de energía eléctrica de
los 27 países miembros de OLADE incrementó su capacidad instalada en un
50%. Respecto de la composición de las matrices, en 2007 el 95.7% de la
capacidad instalada correspondía a energía hidroeléctrica y
termoeléctrica, mientras que, en 2017 esa cifra se redujo a 86.9%, dado
que nuevas fuentes habían emergido, luego un 11.7% estaba compuesto por
energía solar, eólica, geotérmica y térmica renovable (OLADE, 2019).
El resto del artículo es estructurado de la siguiente forma: en primer
lugar se presenta la metodología empleada (p. 77), y se desarrolla una
breve revisión de la literatura más reciente y atingente;
posteriormente se estudia la data correspondiente a la composición de
la matriz y producción de energía eléctrica en la región (p. 79), luego
se discute y proponen algunas alternativas sistémicas para la
transición hacia un sistema sostenible (p. 85), y finalmente, se
apuntan algunas reflexiones finales (p. 88).
METODOLOGÍA
Y ESTRATEGIA
Puesto que el objetivo fundamental de este trabajo es identificar el
fenómeno acaecido en ALC durante la década 2007-2017, serán
desarrollados cuatro ítems. En primera instancia, se revisa la
literatura más reciente asociada a las mudanzas energéticas que
tuvieron lugar en la región dentro del espacio temporal estudiado. Una
segunda instancia consiste en el procesamiento y examinación de data
correspondiente a 27 países del continente (países OLADE). En tercer
lugar, y como resultado del análisis de las etapas anteriores, se
proponen tres alternativas sistémicas, no excluyentes entre sí, que
podrían orientar el desarrollo eléctrico de la región hacia un nuevo
modelo sostenible. Y para finalizar, se agrega un cuarto espacio, el
cual recopila y expone algunas reflexiones emergidas a partir del
trabajo desarrollado en los tres ítems anteriores.
Cabe señalar que, el procesamiento de datos consiste en el
levantamiento de un perfil de cada uno de los 27 países analizados.
Esto es, el detalle de la composición de matrices (MW), producción de
energía eléctrica por fuentes (GWh) y nivel de electrificación (%) año
a año, para el período comprendido entre 2007 y 2017. Así, es posible
identificar la penetración de nuevas fuentes energéticas, la mudanza
hacia sistemas con mayor (o menor) producción en base a energías
renovables y el incremento en el acceso a la electricidad por parte de
la población, ya sea para cada una de las naciones como en forma
integrada para ALC.
Revisión de la Literatura
Dado que el enfoque de este artículo está volcado al análisis sobre las
mudanzas que ha experimentado ALC durante la década 2007-2017,
entonces, se ha explorado literatura relevante a ese período e interés
particular. A partir de ello, tres nuevos flancos son abiertos, aquel
que concierne a la proyección de escenarios locales y regionales
asociados a la incorporación de nuevas fuentes energéticas renovables
no convencionales; aquel que se refiere a las políticas que posibilitan
e inducen las transformaciones; y finalmente, aquel relativo a los
aspectos sociales de los procesos de cambio.
Aghahosseini et al. (2019) evalúan la posibilidad de un sistema basado
100% en energías renovables, considerando una red eléctrica continental
y el empleo de tecnologías de almacenamiento. Este estudio concluye que
es posible satisfacer la demanda de energía eléctrica al año 2030 en un
100% con energías renovables, primando las tecnologías solar
fotovoltaica y eólica. La disponibilidad de estos recursos dentro del
continente y el uso optimizado de una eventual red de transmisión
panamericana y dispositivos de almacenamiento configurarían un sistema
rentable y confiable (Aghahosseini et al., 2019).
En relación con la electrificación de la región, Sheinbaum-Pardo y Ruiz
(2012) señalan que el acceso universal a la electricidad podría
lograrse el año 2030, mas se requiere de un aumento en 10 TWh de
generación. Para ello, entre el período 2010-2030 se precisaría de una
inversión de 2000 billones de USD y, en consecuencia, también se
adicionarían 2,19 Mt de emisiones de CO2 (considerando la
composición
de la matriz energética de la región en 2008, no obstante, el uso de
energías renovables podría reducir esta cuota) (Sheinbaum-Pardo y Ruiz,
2012).
Desde un punto de vista antropológico, Howe (2015) reconoce el
liderazgo histórico de la región latinoamericana en términos del uso de
energías renovables, sin embargo, señala que en forma paralela se ha
perpetrado la explotación sistemática de combustibles fósiles y el
desarrollo de proyectos energéticos de gran escala, carentes de
consentimiento comunitario y liderados por intereses corporativos; lo
cual ha tenido como consecuencia la degradación ambiental y efectos en
la calidad de vida humana (Howe, 2015). A su vez, Parker (2018)
enfatiza que una transición energética involucra actores sociales que
pueden promover u obstaculizar el proceso de cambio, influenciados por
sus valores y principios culturales. Los consumidores de energía juegan
un rol fundamental y, asimismo, vale destacar que las élites de la
región, ocupando el rol de ser actores energéticamente intensivos, han
privilegiado mantener la economía de crecimiento, independencia y
seguridad por sobre garantizar un consumo de energía sostenible
(Parker, 2018).
Desde una perspectiva política, es necesario mencionar el estudio
desarrollado por Ruiz- Mendoza y Sheinbaum-Pardo (2010), donde se
expone y compara políticas atingentes al sector eléctrico de cuatro
países de la región: Argentina, Colombia, México y Brasil. Dos
elementos comunes fueron observados a partir del año 1990, en primer
lugar, fueron implementadas políticas tendientes a la liberalización
del sector y, en segundo lugar, se introducen agendas que atienden al
tema climático (Janet Ruiz-Mendoza y Sheinbaum- Pardo, 2010). A ello,
vale agregar que Jacobs et al. (2013) han revisado la experiencia de
los Feed-in Tariffs1 (FITs) en ALC y, concluyen que, en los
cinco
países en que han sido implementadas regulaciones de ese tipo, el
resultado no ha sido el esperado respecto de la mayor penetración de
nuevas fuentes energéticas, mas aquello se atribuye a otros factores
como, por ejemplo, las incertezas políticas (Jacobs et al., 2013). Por
otro lado, Zabaloy et al. (2019) desarrollan un estudio comparativo, en
el cual se revisa el estado de las políticas de eficiencia energética
orientadas al sector residencial en Chile, Uruguay, Argentina y Brasil,
concluyendo que, existe una relación directa entre la implementación
exitosa de estas regulaciones y el contexto de cada país (Zabaloy,
Recalde y, Guzowski, 2019).
ANÁLISIS
DE DATOS 2007-2017
De acuerdo con registros históricos de la OLADE, se ha monitoreado la
evolución de las matrices de energía eléctrica de 27 países de ALC para
el período comprendido entre 2007 y 2017, ellos son: Argentina (AR),
Barbados (BB), Belice (BZ), Bolivia (BO), Brasil (BR), Chile (CL),
Colombia (CO), Costa Rica (CR), Cuba (CU), Ecuador (EC), El Salvador
(SV), Granada (GD), Guatemala (GT), Guyana (GY), Haití (HT), Honduras
(HN), Jamaica (JM), México (MX), Nicaragua (NI), Panamá (PA), Paraguay
(PY), Perú (PE), República Dominicana (DO), Surinam (SR), Trinidad y
Tobago (TT), Uruguay (UY) y Venezuela (VE). La figura 1 muestra, en
términos proporcionales, cómo se compone la matriz energética de la
región a lo largo de la década bajo análisis. Vale destacar que, la
capacidad instalada aumenta en un 50%, pasando de 277,100 MW en 2007 a
414,644 MW en 2017 (OLADE, 2019). Es preciso aclarar que, en lo
sucesivo
se analiza la hidroelectricidad (independiente del tamaño o tipo de
tecnología) de forma separada del resto de las fuentes renovables2,
pues la región tiene basta tradición en el uso de este recurso, por lo
tanto, vale la pena revisar de forma parcelada, la evolución de él a lo
largo del tiempo y, a la vez, observar la introducción de las fuentes
solar, eólica, geotérmica y térmica renovable (como elemento
emergente).
A partir del año 2010 la instalación de sistemas de energía eólica y
solar fotovoltaica comienzan un sostenido y ambicioso incremento, yendo
desde 1,513 MW de capacidad instalada (entre ambas) en 2010 a 26,013 MW
en 2017. El incremento es significativo, pues se trata de un
crecimiento de 1,619% (24.500 MW), no obstante, aún representan una
pequeña porción de la capacidad total instalada en la región, el 6.3%
en 2017. Por otro lado, el año 2017 un 45% de la matriz regional
corresponde a hidroelectricidad, mientras que, un 41.9% está
constituido por energía térmica no renovable. En relación a ello, el
informe World Energy Trilemma Index
(2019) de la World Energy Council
(WEC) sostiene que, existe una gran vulnerabilidad respecto de
condiciones climáticas, pues no se dispone de una diversificación de la
matriz que permita anteponerse y/o superar problemáticas como las
sostenidas sequías o fenómenos como El Niño y La Niña (World Energy
Council, 2019).
Figura
1. Composición histórica
2007-2017 porcentual de la matriz de energía eléctrica de 27 países de
Latinoamérica y el Caribe.
Fuente:
Elaboración del autor
con datos de OLADE (2019).
Vale destacar que, en general, la región de ALC posee tecnología
energética limpia, pues de los 1,751,295 Gg de CO2 emitidos
en 2017,
sólo el 22% provenían de la generación de electricidad (OLADE, 2019).
Ese mismo año, 11 de los 27 países analizados presentan una matriz
eléctrica compuesta por sobre un 50% en base a hidroelectricidad,
energía solar, eólica, térmica renovable y geotermia. Luego, destacan
Paraguay con un 99.9% de su matriz eléctrica en base a
hidroelectricidad, y Costa Rica, Brasil y Uruguay, con un 84%, 82% y
82% de su set energético compuesto por una mixtura entre energía solar,
eólica, biomasa, geotermia e hidroelectricidad En la vereda opuesta,
para el mismo año, ocho países poseen sobre un 80% de la tecnología
eléctrica instalada en base a termo-electricidad de combustible fósil,
ellos son: Barbados, Cuba, Granada, Guyana, Haití, Jamaica, República
Dominicana y Trinidad y Tobago. Tal como han diagnosticado Niles y
Lloyd (2013), un grupo importante de islas caribeñas presentan
dependencia de la importación de combustibles fósiles, por lo tanto, se
hace urgente dirigir los esfuerzos hacia la incorporación de nuevas
fuentes energéticas en aquella subregión (Niles y Lloyd, 2013).
La década 2007-2017 se tradujo en mudanzas para algunos países que
viraron hacia la introducción de tecnología basada en fuentes
renovables no convencionales, dejando atrás el interés por continuar
desarrollando proyectos térmicos convencionales. Así, los países que
mayor variación en la composición de sus matrices (con inclinación
hacia las energías renovables, exceptuando hidroelectricidad)
experimentaron fueron: Uruguay, Honduras, Guatemala, Chile y Brasil. En
la figura 2 es posible notar que, Uruguay el año 2007 sólo tenía un 7%
de su matriz compuesta por energías renovables (exceptuando
hidroelectricidad), y luego, en 2017, esa cifra aumentó a un 48%. Un
caso particular en la región es Ecuador, cuya matriz experimentó un
viraje hacia la hidroelectricidad, así la capacidad instalada a partir
de esta fuente en 2007 representaba el 46% del total del set
tecnológico, mientras que, en 2017 aquella proporción llegó al 56%.
Otro caso que llama la atención es Venezuela, país que se ha inclinado
hacia la termoelectricidad, y que en el período estudiado prácticamente
duplica su capacidad instalada en base a tecnologías de ese tipo,
pasando de 7,943 MW a 16,722 MW térmicos instalados.
Figura
2. Los cinco países que
desarrollaron la mayor mudanza hacia tecnologías renovables
(exceptuando hidroelectricidad) durante el período 2007-2017.
Proporción renovable en la matriz eléctrica.
Fuente:
Elaboración del autor
con datos de OLADE (2019).
En términos de MW instalados, los países que más tecnología renovable
no convencional (sin considerar hidroelectricidad) incorporaron durante
la década fueron Brasil, México, Chile, Uruguay y Guatemala con 23,864
MW, 6,559 MW, 3,573 MW, 2,006 MW, y 958 MW respectivamente. En México,
Brasil y Uruguay existe una tendencia hacia el aprovechamiento eólico,
mientras que, en Chile el interés se dirige hacia el recurso solar;
Guatemala por su parte, ha aprovechado la fuente térmica renovable.
Respecto de la producción de electricidad, la década experimenta un
crecimiento de 33%, el cual es satisfecho principalmente por la
incorporación de generación en base a fuentes de energía solar, eólica
y térmica renovable, además de un aumento del 52% en la producción en
base a combustible fósil. Aun cuando la capacidad instalada de
hidroelectricidad crece, la producción hidroeléctrica sólo lo hace en
un 6%, lo cual da cuenta de la influencia climática y sequías. En
consecuencia, es necesario cuestionar la expansión de la matriz en base
a esta fuente, pues, por más que se disponga de capacidad instalada, la
ausencia del recurso hídrico hace ineficiente esta vía (ver figura 3).
Figura
3. Generación de
electricidad por fuente entre 2007-2017 en 27 países de Latinoamérica y
el Caribe.
Fuente:
Elaboración de los
autores con datos de OLADE (2019).
En 2017, 15 de los 27 países analizados generan sobre un 50% de su
electricidad en base a hidroelectricidad, energía solar, eólica,
térmica renovable y geotermia. Luego, cinco casos destacan; Paraguay
produce el 100% de su electricidad en base a hidroelectricidad,
mientras que, Costa Rica, Uruguay, Colombia y Brasil, generan un 100%,
98%, 87% y 87% mediante una mixtura entre el recurso hídrico, energía
solar, eólica, térmica renovable y/o geotermia.
Los países que tuvieron mayor variación en la producción de
electricidad (con inclinación hacia las energías renovables,
exceptuando hidroelectricidad) fueron: Uruguay, Nicaragua, Honduras, El
Salvador y Chile. En la figura 4 es posible notar que, Uruguay el año
2007 generaba sólo un 1% de electricidad con fuentes de energía
renovables no convencionales, exceptuando hidroelectricidad (solar,
eólica, y térmica renovable), pasando a producir un 46% en base a estas
fuentes en 2017. En Venezuela, así como se ha instalado mayor capacidad
térmica, también se ha producido un incremento en la generación de
electricidad en base a esta fuente, yendo desde 30,532 GWh en 2007 a
51,800 GWh en 2017. Es preciso mencionar que, entre el período
2007-2017, nueve países lograron reducir la producción de energía
termoeléctrica, ellos se presentan en la tabla 1.
Figura
4. Los cinco países que
desarrollaron la mayor mudanza hacia la producción de electricidad con
tecnologías renovables (exceptuando hidroelectricidad) durante el
período 2007-2017. Proporción renovable en la generación eléctrica.
Fuente:
Elaboración de los
autores con datos de OLADE (2019).
Para finalizar este capítulo, vale señalar que en la década estudiada
seis países han destacado por ampliar la proporción de la población con
acceso a la electricidad, ellos son: Nicaragua (incrementa de 60.4% a
94%), Bolivia (incrementa de 69.54% a un 90.7%), Honduras (incrementa
de 57.05% a 77.21%), Perú (incrementa de 79.5% a 96%); Guyana
(incrementa de 78.06% a 88.8%), y Guatemala (incrementa de 84.7% a
92.26%). No obstante, en 2017 aún existen casos preocupantes como el de
Haití, Honduras y Guayana, con sólo un 38.7 %; 77.2%; y 88.8% de
electrificación, respectivamente. Cabe señalar que, en Haití el 46.6 %
de la población habita en zonas rurales, lo cual, podría explicar el
retraso experimentado en esta materia (Messina y Contreras, 2019).
Tabla
1: Reducción de
generación termoeléctrica (2007-2017).
Fuente:
Elaboración del autor
con datos de OLADE (2019).
Según el informe de Sostenibilidad Energética en América Latina y el
Caribe (2019) de la CEPAL, 14 millones de personas en 2016 aún no
tenían acceso a la electricidad en la región, y se pronostica que la
electrificación universal podría lograrse sólo en 2030 (Messina y
Contreras, 2019). En la figura 5 se muestra cuál es la relación entre
los ingresos per cápita de los países de la región y el nivel de
electrificación, visualizando que países con mayor ingreso generalmente
tienen mejores índices de acceso a la electricidad, sin embargo, no es
el único factor, pues hay los casos en donde ambas variables no se
condicen, como por ejemplo Cuba, de bajo ingreso per cápita y de alta
tasa de acceso.
Figura
5: Acceso a la energía
eléctrica en % versus PIB per cápita en
USD de 2017.
Fuente:
Elaboración del autor
con información de Naciones Unidas (2019); OLADE (2019).
ALTERNATIVAS
SISTÉMICAS
Para entender el contexto que acompaña la década 2007-2017, vale la
pena citar al economista Manfred Max-Neef, quien en 2010 plantea que el
mundo enfrenta una crisis que va más allá de lo meramente
económico-financiero. Esta crisis es una crisis de la humanidad que se
caracteriza por cuatro elementos fundamentales: el cambio climático
inducido por la actividad humana (antropogénico (Rockström et al.,
2009)), el encarecimiento de las formas de energía convencionales, el
agotamiento de recursos básicos fundamentales y una gigantesca burbuja
especuladora (Max-Neef, 2010).
Dicho aquello, y entendiendo que la energía es un elemento transversal
dentro del contexto actual, urge hallar nuevas rutas y alternativas
sistémicas para el desarrollo sostenible de los sistemas de energía
eléctrica en la región de ALC. Una transición hacia la sostenibilidad
se dará si la complejidad de sistemas integrados tiene la capacidad de
avanzar hacia mudanzas que garanticen el bienestar ecosistémico.
Comunidades energéticas
La investigadora griega Dimitra Koumparou com-parte el diagnóstico de
la crisis de la civilización moderna, afirmando que los efectos
ocasionados por la emisión desproporcionada de Gases de Efecto
Invernadero (GEI) impactan fuertemente a todo organismo viviente.
Asimismo, el cambio climático originado por la sociedad neoliberal y
los estilos de vida aparejados a ello han introducido una importante
cuota de inequidad e injusticia. Si la sustentabilidad logra estar en
el núcleo de las políticas ambientales, por antonomasia, debiera
existir una reestructuración social, tanto en países desarrollados como
en aquellos que se encuentran en vías de desarrollo. Para construir una
sociedad post carbón, es imprescindible un reordenamiento en materia
socio tecnológica y socio ecológica. En consecuencia, una nueva
configuración lograría romper con la dependencia de la explotación de
recursos energéticos sucios (Koumparou, 2018).
Si una revolución energética se pone en marcha, entonces, deberían
tener lugar nuevas formas de gobernanza, nuevas instituciones y una
nueva estructura social y sistémica. De ahí que, una nueva
configuración debiera considerar tecnologías descentralizadas y bajas
en emisiones, así como la participación de nuevos actores; luego, en
este contexto emergen las Comunidades Energéticas. La Unión Europea
(EU) posee, en su regulación, dos definiciones para las Comunidades
Energéticas, ellas son: Comunidades Energéticas Renovables y
Comunidades de Energía Ciudadana. Las primeras, son organizaciones de
consumidores finales, principalmente residenciales, con derecho a
producir, almacenar y vender energía generada en base a fuentes
renovables, dicha producción puede ser consumida por la misma comunidad
o vendida en alguno de los mercados disponibles. Las segundas, al no
acotar su definición a la condicionalidad de producción renovable ni a
la presencia de clientes domésticos, abarcan un espectro mayor y,
asimismo, poseen un campo de actuación más amplio (Parlamento Europeo y
Consejo de la Unión Europea, 2018, 2019).
Cabe destacar que, la Directiva 2018/ 2001 del Parlamento Europeo
propone cubrir un 32% del consumo energético final bruto (de los países
miembros de la UE) en 2030 mediante energía procedente de fuentes
renovables. En este contexto, las Comunidades Energéticas Renovables
juegan un rol fundamental, pues, son uno de los instrumentos empleados
para alcanzar la meta señalada. En su artículo 22, la Directiva sugiere
a los estados miembros facilitar la creación, establecimiento e
inserción de estas entidades dentro de sus sistemas, favoreciendo
principalmente a clientes domésticos y pequeñas empresas que empleen
recursos energéticos renovables. Incluso, se abre la puerta para la
creación de comunidades transfronterizas dentro de los países
participantes, dando paso a una nueva forma de integración (Parlamento
Europeo y Consejo de la Unión Europea, 2018).
Un caso particular es el de Grecia, donde la Ley 4513/2018 (Energy Communities and Other Provisions)
introduce un marco institucional para el establecimiento y operación de
las Comunidades Energéticas, con el objetivo de promover la economía
social, solidaria e innovación, al mismo tiempo que, procura aumentar
la eficiencia en el consumo final a nivel local y regional, el uso de
recursos renovables para la producción de energía y los sistemas de
cogeneración de alta eficiencia (Koumparou, 2018; Symeonides, 2018).
Integración Latinoamericana
Luego de explorar la composición de la matriz de energía eléctrica del
continente y atendiendo a la revisión de la literatura, es posible
afirmar que, existe una diversidad de recursos que bien podrían
garantizar la satisfacción de los requerimientos energéticos de manera
sostenible, sin embargo, se ha observado que cada país dirige sus
esfuerzos políticos y sociotécnicos de manera aislada, en ausencia de
cooperación e integración. Luego, urge fomentar la innovación,
transferencia tecnológica, experiencias sociales, esfuerzos económicos
y, desde luego, acuerdos políticos que hagan viable una transición
hacia sistemas bajos en emisiones, técnicamente robustos, resilientes y
socialmente aceptados. La integración de los sistemas de electricidad
en ALC garantizaría seguridad de suministro, eficiencia económica y
calidad ambiental (Ochoa, Dyner y, Franco, 2013).
La construcción de un espacio institucionalizado para la integración
energética de Sudamérica siempre ha estado en la agenda, pero ello no
se ha materializado y, en consecuencia, se ha fomentado la toma de
decisiones unilaterales que sólo buscan atender el bienestar nacional
(Carrizo y Velut, 2018). Es posible que, el no establecimiento de un
espacio común tenga origen en la inestabilidad política y preconceptos
culturales (Morales Udaeta et al., 2015). No obstante, es imperioso
dejar atrás la visión de la energía como un elemento soberano para el
desarrollo propio y, en su lugar, debe instalarse la integración como
oportunidad para compartir beneficios técnicos, económicos y bienestar
social. Mas, en general, Sudamérica ha dejado la energía en manos de la
administración del libre mercado, creyendo que así se garantizaría la
eficiencia, calidad y precios bajos; sin embargo, los problemas de
inequidad permanecen (Castro y Rosental, 2017).
Cabe desatacar que, para finales del año 2013 comenzó a operar en
plenitud el Sistema de Interconexión Eléctrica de los Países de América
Central (SIEPAC), un corredor eléctrico que une a los países de Panamá,
Costa Rica, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Esta
experiencia muestra que la conectividad permite enfrentar eventos
climáticos como las sequías, no obstante, una tarea pendiente es la
armonización de los marcos regulatorios (Kieffer et al., 2016). Pese a
que se registran otras interconexiones operativas en el resto del
continente, aún existen zonas de aislamiento (Ministerio de Energía del
Gobierno de Chile, 2015).
Finalmente, el desarrollo de normativas y lineamientos estratégicos
comunes para países que integren acuerdos o nuevas organizaciones, como
en la UE, es un ejemplo que vale la pena revisar. En particular, el
artículo 194 del Tratado de Funcionamiento de la UE fija una base legal
para el campo de la energía dentro de los países miembros. Luego, a
partir de ello, son desarrolladas indicaciones, normas financieras,
regulaciones para el mercado energético y recopilación de datos y
estadísticas, entre otros elementos, que sientan un conducto básico
para una operación homogénea e integrada. El enfoque de la UE se acerca
al de una Supernacionalidad, donde los temas de atingencia general son
resueltos por el cuerpo institucional compuesto por todas las naciones
involucradas (Castro y Rosental, 2017; Unión Europea, 2020).
Buen Vivir
En Latinoamérica, los pueblos quechua y aimara propusieron el Buen
Vivir, un estilo de vida que ha sido recogido en la actualidad por las
Constituciones de Bolivia y Ecuador. El Sumak Kawsay (en quechua) o Suma Qamaña
(en aimara) es una oportunidad para construir una forma de vida
colectiva, comunitaria y en armonía con la naturaleza. Así, basándose
en el Buen Vivir, Ecuador reconoce constitucionalmente a la Naturaleza
como sujeto de derecho en 2008, ello como una postura biocéntrica que
acepta que el medio ambiente (todos los ecosistemas y seres vivos)
posee un valor intrínseco y ontológico, inclusive cuando no tiene
utilidad para el ser humano. De la misma manera, Bolivia otorga un
lugar constitucional a la Pacha Mama en 2009 (Acosta, 2016).
El Buen Vivir propone una cosmovisión diferente de la occidental,
puesto que, surge de raíces comunitarias no capitalistas. Igualmente,
rompe con las lógicas antropocéntricas del capitalismo como
civilización dominante y, también, con diversos socialismos reales, y
en su lugar, propone una perspectiva sociobiocéntrica. No olvidar que,
tanto socialismos como capitalismos han girado en torno a la idea del
progreso y desarrollo extractivista (Acosta, 2016). El Buen Vivir tiene
cinco elementos fundamentales: su visión del todo o de la Pacha3,
la convivencia en la multipolaridad, la búsqueda del equilibrio, la
complementariedad de la diversidad y la descolonización (Solón, 2019).
Desde el análisis del Buen Vivir, Acosta (2016) señala que no se trata
de producir cada vez más energía para satisfacer una demanda siempre
creciente. Tampoco, es suficiente con sustituir el uso de combustibles
fósiles por energías más limpias, sino que, es imperioso desarrollar un
cambio cultural hacia el uso eficiente del bien. Así, otros patrones de
producción, consumo, distribución, control y transmisión debieran ser
implementados, mas entendiendo este recurso no sólo como una simple
mercadería, sino como un derecho. El uso de combustibles fósiles y la
degradación del medio ambiente que ha ido aparejada a él tienden a un
método de operación centralizado, lo que ha desencadenado severas
desigualdades alrededor del mundo. En su lugar, la energía solar,
distribuida, limpia y democrática podría ir en la dirección del Buen
Vivir.
COMENTARIOS
FINALES
La década comprendida entre 2007 y 2017 trae consigo una evidente pero
insuficiente diversificación de la matriz de energía eléctrica en la
región de ALC. En términos generales, la incorporación de 40,844 MW de
capacidad en base a energía solar, eólica, geotérmica y térmica
renovable es un elemento emergente que se evalúa de manera positiva, no
obstante, la demanda por electricidad continúa creciendo y, así la
generación en base a combustibles fósiles también ha mostrado un
aumento de 52%, asunto preocupante si se persigue transitar hacia un
sistema con menor cantidad de emisiones.
Puesto que el foco de este artículo ha sido la observación del fenómeno
acaecido en ALC, respecto del tránsito hacia un sistema eléctrico que
emplee fuentes energéticas sostenibles, vale la pena destacar que, bajo
la definición de York y Bell (2019), aún es discutible, en términos
globales para la región, definir el proceso experimentado entre 2007 y
2017 como una transición energética. Esto porque, como se ha mencionado
anteriormente, a pesar de que se introducen nuevas tecnologías de
generación renovable, la producción de electricidad a partir del uso de
combustibles fósiles se incrementa en 52%. No obstante, en lo
particular, nueve países destacan por reducir su generación
termoeléctrica convencional, en consecuencia, en estos casos sí podría
referirse a un real proceso de transición de sus sistemas de energía
eléctrica, ellos son: El Salvador, Uruguay, Ecuador, Costa Rica,
Colombia, Guatemala, Nicaragua, Honduras, Barbados. Luego, es necesario
explicitar que, de estos, sólo Uruguay y Honduras reducen también la
generación hidroeléctrica, con lo cual, el viraje experimentado es
hacia las nuevas fuentes de energías renovables no convencionales
solar, eólica, térmica renovable y/o geotérmica. Ecuador y Guatemala
experimentan un viraje a la hidroelectricidad y, finalmente, Costa
Rica, Colombia, Nicaragua, Barbados y el Salvador sustituyen la
generación termoeléctrica por una mixtura entre energía hidroeléctrica,
solar, eólica, térmica renovable y/o geotermia.
Vale destacar que, si se analiza la composición de las matrices de los
países estudiados, durante la década bajo examen, Uruguay, Honduras,
Guatemala, Chile y Brasil son los que tuvieron una mayor mudanza hacia
la introducción de tecnología basada en fuentes renovables solar,
eólica, térmica no renovable y/o geotermia, en desmedro de proyectos
térmicos. El caso más relevante es Uruguay, que el año 2007 tenía un 7%
de su matriz compuesta por energías renovables (exceptuando
hidroelectricidad) y, luego en 2017, esa cifra aumentó a un 48%, lo
cual se tradujo en la reducción de generación en base a
termoelectricidad convencional e hidroelectricidad, lo mismo acontece
con Honduras. Es preciso continuar avanzando en esta dirección, pues
como lo señala la literatura, es posible continuar incrementando el uso
de fuentes renovables, sino también se requiere de disposición política
para desarrollar marcos regulatorios favorables a estas tecnologías y
un cambio cultural hacia el manejo eficiente de los recursos.
La región aún requiere de mayores volúmenes de electricidad para
garantizar la cobertura total de la población, pues en 2016, 14
millones de personas aún no tenían acceso al bien, mas es imperioso que
ellos sean producidos por fuentes de baja emisión, dado el contexto
mundial que busca enfrentar el cambio climático de origen
antropogénico. Casos preocupantes son los de Haití y Honduras, donde la
electrificación sólo alcanza un 38.7 % y 77.2%, respectivamente,
teniendo además, los menores niveles de ingreso per cápita de la
región, elemento que intensifica aquella problemática. A partir de lo
anterior, cabe señalar que, este trabajo, además de visualizar el
proceso experimentado por el subcontinente, en términos de sustitución
tecnológica, ha pretendido exponer que el período de cambios que
enfrenta ALC no sólo tiene tintes técnicos, sino que además lleva
aparejado una compleja componente social que se manifiesta en la
pobreza energética, temática que es propuesta para un abordaje más
íntegro en próximas publicaciones. Como manifiesta Koumparou (2018), la
transición energética tendrá lugar mientras las sociedades jueguen un
rol activo.
Finalmente, cabe aclarar que, este artículo no acaba con la exploración
del fenómeno acaecido en la región de ALC durante 2007-2017, desde el
punto de vista de las fuentes energéticas, sino que además, a partir
del diagnóstico hallado, propone tres alternativas para el desarrollo
de los sistemas de electricidad. Lo esencial de esta sección es que las
tres propuestas tienen distinto origen, tanto desde lo científico, como
desde lo meramente geográfico e histórico. No obstante, ellas no son
excluyentes ni tampoco son planteamientos inamovibles, es decir, están
abiertas a la permanente modificación y también abren la puerta para
futuras investigaciones en la materia. Esta mixtura entre el análisis
del proceso de mudanza de la región (que dirige el trabajo
desarrollado) adosada a propuestas inter, trans y multidisciplinares
buscan ser el principal aporte de esta publicación.
Como se ha señalado, las Comunidades Energéticas tienen origen en
Europa, y lo hacen en un ambiente donde las Ciudades Inteligentes son
una realidad, dada la disponibilidad de infraestructura y tecnología,
pero su aplicabilidad tiene plena vigencia para ALC, pues el elemento
central de esta alternativa radica en la agrupación y colectividad
entre los agentes consumidores para administrar y también para producir
energía eléctrica. El fomento de esta alternativa bien puede hacer los
sistemas de la región más eficientes y sostenibles. Luego, otra
alternativa que se plantea es la integración de las redes eléctricas de
la región, bajo un contexto que permita los intercambios energéticos
entre naciones y que cuente con marcos regulatorios compatibles y con
alineaciones de política energética regionales. Se destaca la
interconexión de América Central, sin embargo, para replicar el
proyecto en otras subregiones se requiere de mayor atención respecto de
aspectos culturales, ambientales y sociales, con objeto de preservar el
patrimonio. Finalmente, El Buen Vivir va más allá de ser sólo una
alternativa para los sistemas eléctricos, este planteamiento es una
forma de desenvolvimiento de las sociedades que tiene origen en los
propios pueblos originarios de la región andina y, que con distintos
nombres, ha logrado trascender a través de los años. Hoy, el Buen Vivir
es una alternativa que incita a un cambio de paradigma, obligando a
salir del antropocentrismo para virar hacia una perspectiva
sociobiocéntrica, lo cual, en efecto puede mixturarse con el desarrollo
de Comunidades Energéticas y elementos que configuren sistemas
eléctricos amigables con el medio ambiente y los diversos espacios y
arreglos sociales.
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Pie de página:
1 Feed-in Tariff (FIT): Son mecanismos de política orientados a
acelerar la inversión en sistemas y tecnologías de energía renovable.
Los productores de energía generada a partir de fuentes renovables
pueden venderla mediante contratos de largo plazo. Generalmente, el
precio de venta convenido depende de la tecnología empleada. Así, el
objetivo principal del FIT es garantizar el pago por la inversión que
ha hecho el productor (en un tiempo razonable), disminuyendo la
incerteza de los proyectos y generando un incentivo (Clark, 2018;
Jacobs et al., 2013).
2 Se hace aquel alcance, puesto que, en general (dependiendo de la
definición adoptada) pequeñas centrales hidroeléctricas ingresan dentro
del concepto de energías renovables no convencionales. Mientras que,
centrales hidroeléctricas de gran tamaño se consideran energía
renovable, pero del tipo convencional (Ministerio de Economía Fomento y
Reconstrucción; Subsecretaría de Economía Fomento y Reconstrucción,
2008; Organization of American States, 1987).
3 Pacha es el “todo” en movimiento constante, el cosmos en permanente
evolución. Pacha no es sólo el mundo de los humanos, de los animales y
plantas; es también el mundo de encima (hanaq pacha), habitado por el
sol, la luna y las estrellas; es también el mundo de abajo (ukhu
pacha), donde viven los muertos y los espíritus. Para el Buen Vivir
está todo interconectado en forma de unidad (Solón, 2019).