LA EXPLOTACIÓN DE LOS CAMPOS SHALE GAS EN MÉXICO
THE EXPLOITATION OF THE MEXICAN SHALE GAS FIELDS
Daniel Romo Rico
Instituto Politécnico Nacional. México
dromor@ipn.mx
https://orcid.org/0000-0003-4672-7988
Recibido: 27/03/2021 y Aceptado: 03/06/2021
ENERLAC. Volumen V. Número 2. Diciembre, 2021 (40 - 57)
ISSN: 2602-8042 (impreso) / 2631-2522 (digital)
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RESUMEN
La explotación de campos de lutitas en México puede representar una
oportunidad para impulsar la industria petrolera y fortalecer la
seguridad energética, sin embargo, existe un conjunto de retos que
impiden su desarrollo. El planteamiento de este trabajo es evaluar las
condiciones actuales para su relanzamiento, sobre todo en la complicada
condición de la post pandemia. Se discute sobre la alternativa de
acceder a los campos no convencionales a nivel global. En el caso de
México, ante el magro comportamiento de su industria petrolera, se
discute sobre las condiciones para alentar la producción de los campos
de lutitas. Paso seguido, se analizan los retos a superar en la
explotación de ese tipo de hidrocarburos, así como las medidas
instrumentadas en el país para evitar problemas ambientales y sociales.
Se concluye que existe un conjunto de factores que limitan la
viabilidad de la explotación de los campos de lutitas, que se pueden
superar en el marco de una política pública integral con un enfoque de
sustentabilidad.
Palabras clave: Gas Natural, Petróleo, Shale Gas, Energía, Desarrollo Económico, México.
ABSTRACT
The exploitation of the Mexican shale gas fields can represent an
opportunity to boost the oil industry and strengthen energy security,
however, there are a set of challenges that prevent their development.
The approach of this work is to evaluate the current conditions for its
relaunch, especially in the complicated post-pandemic condition. It is
discussed on the alternative of accessing unconventional fields at a
global level. In the case of Mexico, before of the poor growth of its
oil industry, it is discussed on the conditions to encourage the
production of the shale gas fields. Step followed, it is analysed the
challenges in the exploitation of this type of hydrocarbons, as well as
the legal measures implemented in the country to avoid environmental
and social problems. It is concluded that there are a set of factors
that limit the feasibility of the shale gas exploitation, which can be
overcome within the framework of a consensual public policy with a
sustainable focus.
Keywords: Natural Gas, Oil, Shale Gas, Energy, Economic Development, Mexico.
INTRODUCCIÓN
El crecimiento económico global está ligado al incremento en el consumo
de energía (Gómez and Rodríguez, 2015). Elegir los combustibles para la
generación de energía es un reto para propiciar un modelo energético
sostenible, que implica satisfacer las necesidades actuales sin
comprometer la demanda futura. A pesar de los esfuerzos para modificar
la estructura del mix energético y contribuir a reducir los daños al
medio ambiente, los hidrocarburos han sido la base de aporte de la
oferta energética global desde el siglo pasado. El agotamiento de los
grandes campos con reservas de hidrocarburos y las dificultades para
extraerlos en los existentes o nuevos, ha llevado a la industria a
considerar la alternativa de acceder a los campos no convencionales
para ampliar la oferta de petróleo y gas natural. No obstante, se ha
cuestionado su explotación en virtud de los potenciales efectos
adversos sobre el medio ambiente y la salud humana, así como por los
retos que enfrenta su viabilidad financiera en los ciclos de bajos
precios de los hidrocarburos.
En México, los hidrocarburos han sido base de la producción de energía
primaria, pues contribuyeron en 2018 con más del 83% del total nacional
(SENER, 2019). Su explotación ha favorecido la actividad productiva,
generado ingresos al Estado -casi una cuarta parte del total en la
última década-, la captación de divisas y el abasto del consumo
energético interno, aunque también ha propiciado efectos no favorables
en la economía, como la existencia de estructuras de mercados no
competitivos en materia de combustibles.
El gas natural ha registrado una creciente penetración en el consumo
nacional total de energía y se estima que, hacia los próximos años, su
demanda se acelerará. No obstante, su explotación nacional ha mostrado
una caída desde 2010 (SENER, 2020a) como efecto de la menor actividad
en los campos de gas no asociado y la pérdida de presión en los que
contienen gas asociado, algunos de los cuales producen nitrógeno que
erosionan su calidad. Al tiempo que se mantiene subutilizada la
capacidad de los nueve centros procesadores -a un poco más del 55%
entre 2010 y 2018-, así como una parte de la capacidad productiva de la
petroquímica de Pemex (Pemex, 2020). La insuficiencia interna de gas
natural se abasteció con importaciones a través de ducto y a precios
competitivos con relación a otros mercados regionales. También se
realizaron adquisiciones de gas natural licuado en los puertos de
Altamira, Manzanillo y Ensenada a costos más elevados que los
adquiridos por ductos. Aunque se han realizado esfuerzos para impulsar
la oferta de las fuentes renovables, la dependencia del consumo de gas
natural continuará creciendo en los años por venir. Se estima que su
demanda nacional alcanzará cerca de 10 mil millones de pies cúbicos
diarios hacia 2032, o más del 30% del nivel de consumo del año 2017
(SENER, 2018).
La producción de petróleo ha caído de manera consistente desde mediados
de la década pasada, por efecto del agotamiento de los principales
campos petroleros y los magros resultados por reactivar nuevos campos,
como ha acontecido en aguas profundas, los ubicados en el proyecto
Aceite Terciario del Golfo, así como por estimular volúmenes
adicionales en los campos maduros. Con ello se ha mermado la capacidad
nacional de exportación de crudo, y ante la propensión a elevar las
adquisiciones de petrolíferos ligeros y gas natural del exterior, se
originaron déficits en la balanza comercial petrolera desde el segundo
semestre de 2014, no reportados desde mediados de la década de los
setenta (INEGI, 2020).
Retomar la discusión sobre explotar el petróleo y el gas natural
contenida en los campos no convencionales de gas shale (o lutitas)
puede representar una forma de afrontar las dificultades económicas y
financieras del país, sobre todo después del impacto originado por la
pandemia del Covid-19. Algunos trabajos han discutido sobre la
posibilidad de explotarlos con posiciones contrastantes. Existen grupos
a favor como algunos grupos de los grandes partidos nacionales que
apoyaron a la administración gubernamental del sexenio 2012-2018, y
quien aprobó la Reforma Energética (RE) en diciembre de 2013; el
Clúster de Energía de Coahuila (Clúster de Energía de Coahuila, 2019) y
grupos de industriales del ramo (Netzahualcóyotl, 2017). En sentido
opuesto se han manifestado los grupos ambientalistas, por ejemplo,
Greenpeace, la Alianza Mexicana contra el Fracking y algunos
investigadores (De la Vega y Ramirez, 2015). Algunas investigaciones
supeditan el desarrollo de las operaciones al cumplimiento de ciertas
condiciones ambientales, legales y sociales (Guzmán, 2019; Cooper,
2016; Center for Community and Business Research, 2017). Pemex ha
utilizado la fracturación hidráulica (o fracking) en la explotación de
algunos pozos convencionales y no convencionales, apoyado por empresas
de servicios en los estados de Tamaulipas, Veracruz y Nuevo León
(Revista Expansión, 2019). La experiencia internacional, y nacional,
acumuladas ofrecen condiciones que pueden apuntalar las operaciones de
la explotación de los amplios recursos prospectivos en los campos de
lutitas nacionales. Paso seguido, se realiza un diagnóstico sobre la
posibilidad de su explotación en las condiciones económicas actuales.
Finalmente, se exponen las reflexiones finales que podrían replantear
la estrategia nacional en este tema.
La opción de los campos de gas shale y su relevancia
Se ha planteado que la producción en los campos no convencionales
podría aportar un cuarto de la producción global de gas natural hacia
el año 2030 (Oil & Gas Journal, 2019), y elevar la de petróleo
hasta el 10% de la producción total mundial (EIA, 2019). Esto se
observará a la par de continuar con acciones para mejorar la
eficiencia, por ejemplo, en la iluminación y calefacción de edificios,
la fabricación de equipos que demanden menos energía, así como con la
conservación de la energía (IEA, 2019). Lo anterior, podría inducir
efectos multiplicadores económicos directos e indirectos. Para las
naciones, la explotación de los campos no convencionales significa
acceder a una proporción de la renta petrolera de un recurso
disponible, afianzar su seguridad energética y, en su caso, captar
divisas, así como inducir acciones para potencializar la asimilación y
adquisición de tecnología.
Estados Unidos ha logrado su autosuficiencia en gas natural y ser el
principal productor de petróleo a nivel global apoyado en la
explotación de campos de gas shale, así como acceder a precios
competitivos en comparación con otros mercados en el caso de gas
natural (figura 1). Le ha valido su resurgimiento como potencia
petrolera y favorecida su presencia geopolítica. También se ha
observado avances en China, que cuenta con un potencial de reservas de
alrededor de 1,115 billones de pies cúbicos (Hu, 2013) y mantiene una
política de subsidios para su impulso. El objetivo chino es que hacia
el 2040, al menos una cuarta parte de su producción total se obtenga de
campos de gas shale (Binlei Gong, 2018). No obstante, la explotación de
los campos de shale gas enfrenta retos que limitan su potencial de
crecimiento, en virtud de los efectos adversos originados al medio
ambiente y a la sociedad.
Figura 1. Precios del gas natural en mercados seleccionados a nivel global (dólares por millón de BTU)
Fuente: BP, 2020
A diferencia de los campos convencionales, la explotación de los campos
de lutitas puede representar un menor riesgo exploratorio, pero demanda
campañas extensivas de perforación, altos requerimientos de capital y
una larga vida de proyectos. Su ciclo de vida demanda su viabilidad
económica y comprende: su exploración y evaluación en donde se
determina el potencial comercial de las reservas; el desarrollo que
consiste en la perforación de pozos exploratorios para estudiar las
condiciones de yacimiento; la terminación de pozos en donde se realiza
el modelaje de la estimulación; la producción, que implica el arreglo
operativo para acceder a los hidrocarburos y la maximización de su
recuperación y finalmente, el abandono de los pozos.
El impulso potencial a las actividades de explotación de campos de
lutitas puede implicar importantes recursos en inversión, dada la baja
productividad de los pozos. El financiamiento de tal volumen de
proyectos enfrenta los desafíos de lograr tasas de rentabilidad
atractivas, toda vez que los márgenes de ganancia son estrechos.
Si bien, un factor relevante en la viabilidad de su operación se
enfrenta con precios altos de los hidrocarburos, el uso de la
tecnología se ha combinado con las facilidades gubernamentales para
impulsar esas actividades en naciones como Estados Unidos (EUA),
Canadá, Argentina o China. Ello ha contrastado con la posición de otros
países que la prohíben, tales como Francia y Bulgaria, ante las
presiones de grupos de interés.
HACIA LA EXPLOTACIÓN DEL GAS SHALE EN MÉXICO
La explotación de los campos de lutitas en México es una posibilidad
para elevar la producción de hidrocarburos e impulsar el desarrollo
nacional y regional, como aconteció en Eagle Ford Texas, EUA, en donde
además se revirtió el paulatino abandono de poblaciones (Tunstall,
2015), pero sobre todo para favorecer la seguridad energética, que se
vio vulnerada con los apagones de mediados de febrero del 2021, ante la
cancelación de los suministros del gas natural texano.
El potencial de gas y aceite contenidos en las lutitas está en función
del espesor y extensión de área con reservas, así como de la riqueza
orgánica contenida y madurez térmica. Hasta 2019, México contaba con
64.2 miles de millones de barriles de petróleo crudo equivalente en
campos no convencionales, más de la mitad de las reservas prospectivas
totales (SENER, 2020b). Otras estimaciones señalan un potencial de
reservas en esos campos de aproximadamente de 545 miles de millones de
pies cúbicos de gas natural y alrededor de 13 mil millones de barriles
de petróleo (Lozano, 2013). Su localización se centra en cinco zonas
con potencial de extracción: Chihuahua, Sabinas-Burro-Picachos, Burgos,
Ve-racruz y Tampico-Misantla (figura 2). Esta última contiene aceite en
mayor volumen (CNH, 2012). El éxito productor en esas regiones tendría
la ventaja de contar con una robusta demanda de gas natural, dado el
empuje industrial de los estados del noreste y centro del país.
Existe un marco normativo aplicable a la explotación de los campos no
convencionales, que parte de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos. Se precisa en la Ley de la CNH, la Ley de la Comisión
Reguladora de Energía, la Ley General de Equilibrio Ecológico y
Protección al Ambiente, el Reglamento de la Ley General del Equilibrio
Ecológico y la Protección al Ambiente, así como las Leyes Estatales en
materia Ambiental y, al menos, una docena y media de normas oficiales
mexicanas, entre otras. Las entidades responsables de aplicar el marco
normativo, evaluar y sancionar las operaciones de explotación de gas
shale son la Secretaría de Energía (SENER), la Comisión Nacional de
Hidrocarburos (CNH), la Comisión Reguladora de Energía (CRE), la
Agencia de Seguridad, Energía y Medio Ambiente (ASEA), la Comisión
Nacional del Agua (CONAGUA). Comprende el orden federal y estatal. Su
formalización se lleva a cabo a través de contratos entre el Estado y
las empresas petroleras bajo las modalidades de Licencia, Producción Compartida, Participación en Ganancias o de Servicios. En el
caso de proyectos propios de Petróleos Mexicanos se utilizan las
asignaciones. Las empresas petroleras deben realizar la exploración y
la explotación apegadas al marco legal y fiscal, ello incluye la
aprobación de los programas respectivos por parte de la CNH. La
Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) determina los criterios
financieros que son acordados en los contratos entre el gobierno y las
compañías, los cuales son de los más altos en favor del gobierno en
América Latina (Espinaza et al., 2016).
Figura 2. Distribución de las reservas en campos no convencionales (Miles de barriles de petróleo crudo equivalente)
Fuente: CNH, 2017
En el marco de la Reforma Energética, el gobierno definió 183 bloques
de campos no convencionales potencialmente por licitar, de los cuales
al cierre del 2018 sólo se habían adjudicado 25 a Pemex y otro más lo
compartía con una empresa particular. Desde 2019 se canceló la
licitación de nuevos bloques, en particular en los campos no
convencionales, lo que ha significado la principal barrera a la entrada
de empresas privadas. Del total de bloques identificados para su
posible licitación, en 150 se identificaron áreas con potencial de
infraestructura y recursos acuíferos, principalmente en los Estados de
Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz (SENER, 2017a). Aunque el gobierno
actual ha declarado el no uso del fracking, mantiene recursos
presupuestales para proyectos en campos no convencionales (El
Economista, 2020). De hecho, la CNH ha dado opiniones técnicas
favorables para la explotación en formaciones de lutitas durante 2019 y
2020, en campos de la región de Macuspana y en la Cuenca Tampico
Misantla (CNH, 2019b).
Estas últimas cuentan con recursos prospectivos de 1,127 mmbpce y se
estima que pueden llegar hasta 3,219 mmbpce (CNH, 2020). Además, en el
Plan de Negocios de Pemex, 2019-2023 -estrategia 2.2- se contemplan
trabajos en Plays de Frontera de aceite y gas en lutitas (Pemex, 2019).
Entre 2010 y 2019 fueron perforados 27 pozos en campos de gas shale por
Pemex (Alianza contra el Fracking, 2020), algunos de los cuales fue
para confirmar el potencial de la formación Eagle Ford del lado
nacional, otros más en la Cuenca de Burgos y en la Cuenca Tampico
Misantla. Pemex ha utilizado el fracking en la explotación de algunos
pozos convencionales y no convencionales, apoyado por empresas de
servicios. En general, las profundidades de perforación de pozos se
ubican entre los 2,000 y 3,000 metros (m), pero se tiene registro de
algunos a menos de mil metros (Cartocrítica, 2019).
Agua. Las operaciones de explotación de campos de gas shale demandan
grandes volúmenes de agua, pues pueden utilizarse hasta 3.8 millones de
litros en los primeros 30 días de fracturación. Después de ser
utilizada en la perforación contienen sales, sustancias orgánicas y
arenas. Es relevante identificar las calidades de impurezas en los
líquidos recuperados después de su inyección, pues es una acción
crítica en la estrategia de su manejo, en particular del agua (Guerra,
2017). En donde no hay ríos, lagunas o mares, se opta por el uso del
agua subterránea, lo que puede agudizar el estrés hídrico regional,
sobre todo cuando las tasas de consumo son superiores a las tasas de
reposición.
Tabla 1. Uso de agua en Estados con potencial de no convencionales (Hectómetros cúbicos)
Fuente: SENER, 2017b
México es uno de los 25 países con más estrés hídrico a nivel global.
Nuevo León y Tamaulipas poseen recursos no convencionales, pero
enfrentan ese problema. Empero, existe áreas de oportunidad en el
denominado Golfo Norte (Olier, 2018), que comprende parte del Norte del
Estado de Veracruz y Sur de Tamaulipas. La CONAGUA estableció los
lineamientos para la protección y conservación de las aguas nacionales
en actividades de exploración y extracción de los hidrocarburos.
Aunque el volumen de agua utilizado en cada pozo es considerable, no
representa una proporción relevante respecto al consumo global humano.
La SENER estimó que la explotación de 1,000 pozos por año en los
estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz, no demandaría
más del 1% del consumo de agua total estatal (SENER, 2017a).
Grupos ambientalistas han manifestado que el fracking puede afectar las
actividades agrícolas, industriales y a la población por el volumen de
agua utilizada. Existen hallazgos de contaminación de agua por fugas de
gas, derrames, ilegales disposiciones o almacenamientos en sitios no
adecuados (Haluszczak, 2013; Hunn, 2017). Un argumento frecuentemente
empleado es que las operaciones de fracking pueden contaminar los
acuíferos con productos químicos, lo que afecta su calidad y la salud
de las personas en el caso de su consumo (Colborn, 2011; Overbay,
2015). El uso de los fracturantes enfrenta riesgos, sobre todo para
profundidades inferiores a los 500 metros. Se han identificado más de
2,500 productos y, al menos, 750 tipos diferentes de químicos de
fluidos de perforación (US House of Representatives, 2011). El Centro
Tyndall que analizó 260 productos químicos utilizados, de los cuales
6.5% fueron considerados tóxicos para organismos acuáticos, 14.6%
tóxicos agudos, 3% cancerígenos probados, 2.3% sospechados de serlo,
2.7% elementos mutagénicos y 1.9% producen efectos sobre la
reproducción (Baccheta, 2013).
En caso de operaciones masivas en México, se requiere de un plan
regional de uso, reuso y disponibilidad de agua en zonas prospectivas;
someter a evaluación un plan de manejo del agua y un monitoreo de su
calidad, ello supervisado por un tercero independiente desde antes de
la perforación de los pozos hasta su abandono. Se solicita una Red de
Monitoreo Regional en el área contractual con información de los pozos
perforados. Utilizar trazadores químicos en los fluidos de
fracturamiento para la posible asignación de responsabilidades en el
caso de contaminación de los acuíferos, almacenar los fluidos de
retorno y de agua producida en el sitio de perforación hasta el momento
de su transporte para su tratamiento (DOF, 2017).
Se requiere del análisis de riesgo estableciendo distancias de
seguridad para no afectar corrientes perennes ni cuerpos de agua
superficiales; verificar la integridad mecánica y el protocolo de
mantenimiento de los pozos e instalaciones para garantizar la
protección de acuíferos, así como propiciar la eficiencia y seguridad
en las conexiones superficiales y en las líneas de descarga, ductos y
tanques, para prevenir derrames (ASEA, 2013). Se establece una
distancia vertical mínima entre las actividades de estimulación del
pozo y la fuente más cercana de agua para consumo humano. Se puede
otorgar concesiones para extraer aguas marinas interiores o del mar
territorial para fines de desalinización, así como utilizar aguas
residuales -provenientes del uso público urbano y tratarlas en plantas
de reciclado o reuso.
El empleo del agua demanda su manejo responsable y sustentable, lo que
incluye su potencial tratamiento para reuso, reciclamiento o descarga
(Warpinski et al., 2009). Para el caso de agua de retorno, se puede
descargar a un cuerpo de agua cuando cumpla con el promedio máximo de
contaminantes en las descargas a los embalses naturales y artificiales
según la NOM-001ECOL-SEMARNAT-1996. Los residuos sólidos se pueden
separar o dejarlos en piletas o lagunas contenedoras en donde se
evaporen los contaminantes o simplemente se pueden inyectar en
acuíferos salados profundos (Manzur, 2015). Por ejemplo, Menefee y
Ellis demuestran que aprovechar los pozos de petróleo agotados para la
inyección de aguas residuales de Marcellus podría aliviar los costos y
los riesgos ambientales asociados con la expansión de la capacidad de
tratamiento de aguas residuales o el costo del manejo del líquido en el
estado de Ohio (Menefee and Ellis, 2020).
El riesgo de contaminación de los mantos friáticos es latente. Empero,
existen diversos métodos para verificar la hermeticidad de las tuberías
y del cemento utilizado, que pueden evitar la contaminación, tales como
pruebas de presión o de registros eléctricos, aunque no han sido
probados de manera generalizados, al menos en Estados Unidos (EPA,
2015).
Suelo. La explotación de campos
de lutitas origina potenciales amenazas de contaminación de suelos,
bien en el caso de derrames o fugas en el pozo o durante su transporte
hacia los centros de consumo. Además, se ha detectado la ocurrencia de
microsismos en las regiones donde se practica el fracking, tales como
Arkansas, Ohio, Oklahoma, Pennsylvania y Texas en EUA (Sciencedaily,
2019), pero no de manera generalizada. Cuando ocurren son de magnitudes
generalmente baja y no originan grandes daños en las áreas urbanas.
En el caso nacional, la ley prohíbe la construcción de presas para
fluidos de retorno o de agua producida y que contengan recortes de
perforación; la instalación de barreras físicas para impedir
potenciales fugas o derrames y la utilización de contenedores
portátiles cerrados aislados del suelo. Se solicita un programa de
seguimiento de la integridad de los pozos de disposición, impedir la
sobre-inyección de fluidos de retorno y el registro de los volúmenes
inyectados en cada pozo de disposición, evitar la perforación y uso de
pozos de disposición en zonas de fallas profundas, así como hacer
público el listado de aditivos a emplear en la formulación de los
fluidos fracturantes, su composición química y vigilar su manejo
apegado a la normatividad.
Aire. Las actividades de
perforación, procesamiento, fugas de gas y emisiones de diésel y otras
derivadas del uso del transporte son fuente de emisión de gases efecto
invernadero (GEI), en particular de metano y dióxido de carbono (Ogneva
and Huang, 2015; Howarth et al., 2011). Pueden ser desde fugas
involuntarias u operativas (derivadas del desfogue) hasta de su
combustión (Mark, 2012). En EUA se han obtenido concentraciones del gas
metano en varios pozos de agua subterránea, en donde se realizó el
fracturamiento hidráulico, lo cual indica probablemente la migración
del gas hacia los acuíferos. Aunque poco significativa en el caso de un
pozo, puede ser representativa ante una mayor actividad de perforación
(Huddlestone‐Holmes et al., 2017). Una alternativa de mitiga-ción, que
puede ser fuente de negocio y apoyo a la explotación de gas shale, es
la captura del gas de metano de retorno. En 2015, dichas operaciones
significaron ingresos de 17.2 mil dólares por pozo terminado en EUA y
11.2 mil en Canadá (Umeozor, 2016).
También se emite sulfuro de hidrógeno, que es peligroso para el ser
humano y corrosivo (Johnson, 2013; Bradbury et al., 2015). El uso del
gas de esquisto en la generación de electricidad conduce a mayores
emisiones de GEI que las empleadas con el gas convencional, si se
considera todo su ciclo de vida desde su exploración hasta su entrega
al consumo (Burnham et al., 2012).
Existe la posibilidad de limitar tales emisiones a partir del empleo de
equipos de secuestro, pero ello encarece los costos de operación.
Los operadores en el territorio nacional deben realizar una evaluación
de los efectos y/o impactos ambientales significativos o relevantes,
acumulativos, sinérgicos y residuales. Se solicita una línea base de
las emisiones de gases de efecto invernadero y contaminantes en la
región y elaborar un programa para la minimización de emisiones
fugitivas de hidrocarburos, con base en los criterios definidos por la
CNH. Una vez concluida la extracción, se deben sellar los pozos para
que no se produzcan fugas de gases.
Paisaje. La instalación de la
infraestructura demanda espacios, sobre todo si se realiza masivamente,
pues cada pozo ocupa alrededor de una hectárea. Ello puede propiciar la
reducción de los campos agrícolas, modificaciones al paisaje e influir
sobre la dinámica de comunidades vegetales, animales, de
microorganismos y su medio no viviente, así como una potencial
afectación sobre las actividades turísticas. La remoción de la
vegetación silvestre implica pérdida de biodiversidad por perturbación
a especies catalogadas en peligro de extinción y amenazadas (Tenenbaum,
2014).
En México, se establece la obligación de elaborar un análisis de riesgo
para no afectar áreas ambientalmente sensibles y núcleos de población
cercanos a la perforación de pozos, así como prevenir la deforestación
y la fragmentación de hábitats. En particular, será necesario realizar
la identificación de peligros asociados a la recolección y movilización
de hidrocarburos y para el caso del abandono del pozo.
Seguridad industrial. Se han
registrado riesgos al personal por la exposición a altas temperaturas
en las zonas de explotación de los pozos, afectaciones por la
intensidad del ruido (Seth et al., 2014) y las elevadas vibraciones,
así como silicosis por la exposición al óxido de silicio (NIOSH, 2018).
En México, se obliga a contar con garantías ante posibles accidentes y
a promover la aplicación de una política jurídica que privilegie el
desempeño por encima del castigo e instrumentar programas de inspección
basada en riesgo y conservar la evidencia de ello a lo largo de la
cadena de valor. El Comité de Gestión por Competencias de la Agencia
Nacional de Seguridad Industrial y de Protección al Medio Ambiente del
Sector Hidrocarburos promueve estándares de competencia para reducir
los riesgos sobre la seguridad de las personas e instalaciones, entre
los que se destacan la estandarización de las capacidades y la creación
de instrumentos de certificación para el personal. No obstante, es
necesario crear normas y directrices de salud y seguridad para los
residentes que viven cerca de los pozos de explotación.
Transporte. La disponibilidad
de la infraestructura del transporte de los hidrocarburos extraídos
representa un reto en el abatimiento de los costos. La construcción de
hasta 16 o 24 pozos por plataforma podría permitir reducir los costos
entre un 70% a 90%, representando alrededor de $ 0.7- $ 0.9 millones de
ahorros potenciales (EIA, 2016). Ello en pozos contiguos, que se
explotan sin afectar la presión del yacimiento.
México ha logrado contar hasta el 2019 con una red de gasoductos de 19
mil km (SENER, 2019), pero es insuficiente para extraer los
hidrocarburos contenidos en los campos de lutitas en las regiones de
potencial de producción, a pesar de que, el transporte, almacenamiento
y distribución de gas fueron abiertas a la participación de privados
desde 1995.
Los constantes viajes realizados por camiones de carga para el
suministro de materiales originan la necesidad de construir caminos y
terracerías, que se vuelve un problema para los gobiernos dado que
necesitan destinar recursos para su reparación y mantenimiento. En
algunos casos, la iniciativa privada ha aportado recursos para tales
reparaciones.
Aspectos sociales. La
explotación de campos de lutitas se realiza tierra adentro, lo que
conlleva enfrentar consideraciones de distinto tipo. Temas como la
estructura de los derechos de propiedad de la tierra, las afectaciones
ambientales, el uso del agua y de los accesos a las instalaciones
generan intereses contrastantes en la sociedad e incluso impactos
económicos, que pueden traducirse en erogaciones no programadas en los
presupuestos federales o conflictos para el desarrollo de las
operaciones. En las regiones donde existen propietarios de los
terrenos, se generan distorsiones de mercado, afectándose el precio de
la renta de los terrenos o su valor comercial en caso de que se
adquieran. En ciertos casos comprenden regiones pobladas, por ejemplo,
en el yacimiento Marcellus de EUA, donde 15.3 millones de personas
vivían a menos de una milla de un pozo perforado (Ogneva and Huang,
2015). Esta situación puede tener impactos económicos por los efectos
sobre la productividad laboral ante las enfermedades respiratorias
originadas o los ruidos originados o potenciales disputas por la
disponibilidad del agua para uso humano o para la agricultura.
El marco legal nacional favorece la explotación de campos de lutitas,
ya que las puede calificar de utilidad pública, de orden público e
interés social, por lo que tendrán preferencia sobre cualquier otra
actividad que implique el aprovechamiento de la superficie y del
subsuelo en los terrenos involucrados. Con el fin de evitar que las
operaciones se realicen sin contratiempos, se solicita una evaluación
de impacto social que incluye la posible afectación de los pueblos y
comunidades indígenas. Si se determina una posición contraria al
proyecto, el gobierno puede decidir en favor de las empresas.
Un reto para llevar a cabo la explotación de pozos de gas shale en
ciertas regiones, como en Tampico-Misantla, es la inseguridad por la
presencia de los cárteles del narcotráfico, que ha implicado
asesinatos, cobro de plaza y secuestros. Los Estados que disponen del
mayor volumen de reservas de hidrocarburos en campos no convencionales
son los que enfrentan elevados índices de inseguridad. Durante 2018,
Veracruz y Tamaulipas se ubicaron entre los primeros seis con mayor
percepción de inseguridad en el país.
Otro reto por enfrentar es la densidad pblacional. Los estados de
Veracruz y Nuevo León registran un nivel por arriba de la media
nacional -de 113 habitantes por kilómetro cuadrado. Tamaulipas,
Coahuila y San Luis Potosí están por debajo (Morett y Cosio, 2017).
Ello demanda incluir aspectos ligados a la distribución espacial de la
población, el número y características de las unidades productivas, el
determinar la condición población en términos raciales, culturales y
sociales, entre otros elementos. En el área del Proyecto Aceite
Terciario del Golfo, diversas comunidades campesinas e indígenas y
organizaciones, han denunciado las consecuencias sobre sus ecosistemas,
formas y medios de vida, cultura, salud y el agua, derivado de las
autorizaciones para el uso del fracking a Pemex (Fundar, 2017).
La falta de transparencia y los vicios acumulados por las prácticas de
corrupción que han trascendido en los últimos años en Pemex y algunas
empresas de servicios, demandan una adecuada vigilancia gubernamental y
una amplia coordinación público-privada para evitar problemas
ambientales y/o socioeconómicos (Cooper, 2016). Además, el desarrollo
de una estrategia de comunicación que amplié la discusión sobre la
conveniencia pública o no de realizar las operaciones en los campos no
convencionales (CNH, 2017), lo que coadyuvaría a dimensionar
inquietudes negativas de la población sobre la salud y el medio
ambiente (EIA, 2015) y, en particular, de los grupos
medioambientalistas.
En México, la instrumentación de la política pública presenta el reto
de su consistencia en el largo plazo a fin de reducir los riesgos de
afectación sobre el medio ambiente y la sociedad. La SENER junto la
Secretaría de Gobernación, la Comisión Nacional para el Desarrollo de
los Pueblos Indígenas, la ASEA, la CNH y los gobiernos estatales,
tienen la enmienda de ejecución de la política pública, sobre todo a
fin de respetar el marco normativo y el Convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo, relativo a obtener el consentimiento de las
comunidades indígenas.
Investigación y desarrollo. Los
avances tecnológicos han posibilitado el abatimiento de los costos. Por
ejemplo, permitieron que hacia 2017, se perforara y terminara un pozo
multifracturado (5+ fracturas) en dos días (vs en 2010 se llevaba 10
días con 3 a 5 fracturas) con producciones iniciales por arriba de
2,500 barriles diarios y de 600 a 800 barriles en los primeros meses y
con costos aproximado de 6.5 millones de dólares y 21 millones de
dólares, en cada caso (Revista Expansión, 2017; Calderón et al., 2018).
En general, las mejoras tecnológicas en la explotación de campos de
lutitas comprenden la perforación de laterales más largos y de pozos
con alcance extendido, dirección geográfica mejorada, tasas de
perforación intensivas y revestimientos mínimos, un diseño más complejo
en la terminación de pozos y mayor eficiencia en las operaciones de
superficie, así como avances en las características del apuntalante y
en la intensidad y eficiencia del fracturamiento.
México ha incursionado de manera parcial en la asimilación y en la
formación de recursos humanos. En 2012, la SENER, en conjunto con el
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología aprobaron la entrega 3,133
millones de pesos al Instituto Mexicano del Petróleo para la
exploración de shale gas de Galaxia en el Estado de Coahuila y
Limonaria en el de Veracruz derivado de fondos
Sener-Conacyt-Hidrocarburos. Aunque se lograron avances en el
conocimiento, existen distintas áreas de oportunidad para continuar
abatiendo los costos de producción, el reducir la toxicidad y calidad
del apuntalante, una mejor coordinación y eficiencia de las técnicas de
fracturación y perforación (IMP, 2016), así como en evaluar los riesgos
sociales y ambientales.
Rentabilidad. La viabilidad de
la explotación de los campos de lutitas está en función de factores
como la tasa de producción inicial; la de tasa de refracturación y la
de declinación; de los costos de perforación y fracturación, así como
del régimen fiscal aplicable y de los gastos de administración (Ruud,
2013). Las empresas en el negocio del gas shale son vulnerables a
enfrentar problemas financieros en los períodos de bajos precios de los
hidrocarburos, como ha acontecido en Estados Unidos en algunos años de
la década pasada (figura 3). Por ejemplo, durante 2018 se declararon en
bancarrota 28 compañías en EUA, derivado de la acumulada carga de su
deuda (Wall Street Journal, 2019). Los gobiernos han instrumentado
acciones para apoyar a las compañías petroleras que enfrentan pérdidas,
a través del uso de subsidios o financiamientos blandos. A la par que
instrumentan medidas para elevar su eficiencia en la explotación con
base en el uso de tecnología.
Figura 3. Costos de producción de petróleo en campos no convencionales vs precio promedio del crudo Brent (dólares por barril)
Fuente: Ryad, 2017; BP, 2020
Adicional a las acciones de reducción de costos de los productores, un
elemento que coadyuva a elevar la rentabilidad en la explotación de los
campos de lutitas es el régimen fiscal aplicado. El gobierno mexicano
estableció que el cobro de impuestos no se calculara sobre el Valor
Contractual de los Hidrocarburos sino como un porcentaje de la utilidad
operativa y de forma anual, y no mensual. Este régimen fiscal es más
atractivo en comparación con EUA, en donde además de los pagos
federales y estatales, existen contribuciones a las comunidades (Ruud
et al., 2017). Como contraste en este último país se permite un
espaciado entre pozos más cercano que en México. A fin de robustecer
las condiciones de rentabilidad, se pueden constituir estímulos
adicionales, por ejemplo, exceptuando las regalías del primer año de
producción de un pozo si son reinvertidas en otro nuevo o incluir una
fase piloto para determinar el impacto sobre sus costos de desempeño.
CONCLUSIONES
Explotar los campos de lutitas se ha constituido en una estrategia
utilizada por algunas naciones para elevar la producción de
hidrocarburos ante el agotamiento de los grandes campos convencionales.
La acumulación de experiencia, conocimiento técnico y la incorporación
de tecnología han permitido mejorar la eficiencia de las operaciones.
Bajos precios del petróleo han sido uno de los retos más complejos que
se han enfrentado, lo que ha originado el desplazamiento de
productores. Asimismo, prevalecen las presiones de grupos de interés
que, basados en el estudio de evidencias, no aplicables de manera
generalizada -y en casos debatibles-, han advertido sobre las
consecuencias de su explotación en temas de contaminación y/o
afectación del agua, suelo, aire y paisaje, así como de sus efectos
adversos a la salud humana.
México cuenta con importantes reservas prospectivas de hidrocarburos en
campos de lutitas, especialmente en la región Noreste, que incluyen
regiones que son prolongación de las que explotan en el vecino país del
Norte, como Eagle Ford. No obstante, existen un conjunto de retos para
alentar su explotación en el país, entre los que destacan:
• La defensa de los grupos en contra de la utilización de fracking los
cuales, de manera indirecta, favorecen la dependencia de las
importaciones de gas natural y derivados del petróleo. En algunos casos
también enarbolan la defensa de las fuentes renovables que, si bien han
logrado avances notables, preservan su intermitencia y, en casos, la
necesidad de apoyar con subsidios para su operación.
• El abatir y neutralizar, en lo posible, los impactos negativos como
contaminación ambiental, de suelos, de agua y cambios en el paisaje, y
una serie de efectos derivados, que afectan a la naturaleza y al ser
humano.
• Menores tasas de rentabilidad financiera esperada en el país en
comparación con campos similares en Estados Unidos, entre otros
factores por la carencia de infraestructura. De manera particular ante
un escenario de precios bajos del petróleo.
• A pesar de que Pemex ha incursionado de manera aislada e intermitente
en la perforación de pozos de gas shale, sus resultados han sido
contrastantes, pues los niveles de producción no han sido del todo
exitosos. La petrolera estatal tiene el reto de continuar robusteciendo
su experiencia y asimilando la tecnología en ese campo.
• Aunque se ha construido un marco legal posterior a la reforma
energética que comprende las distintas etapas de la explotación de los
campos de gas shale, en la práctica existen lagunas legales que generan
incertidumbre en el desarrollo de las operaciones.
• La influencia de grupos delictivos en algunas regiones potencialmente
productoras, que originan inseguridad, lo que se combina con el reto de
transparentar la información relativa al tema y el combate efectivo a
la corrupción, que el gobierno en turno enarbola.
• La política anti fracking del actual gobierno, quien además ha
detenido la licitación de nuevos campos, incluidos lo no
convencionales, dada su política de fortalecimiento de Pemex y su
discurso nacionalista.
Con ello, se deja una alternativa potencial de impuso económico tan
necesario después de la pandemia, el acceso a una mayor renta
petrolera, el fortalecimiento de Pemex, y de la posibilidad de
apuntalar la seguridad energética. De la misma manera, no se aprovechan
los avances tecnológicos que a nivel global se han logrado,
particularmente en Estados Unidos.
Previo a la jerarquización de la rentabilidad de su cartera de
proyectos, Pemex podría ser un jugador esencial en la explotación de
los campos de gas shale. No obstante, ante sus dificultades financieras
enfrentadas, la participación de empresas privadas directa o en
asociación con la petrolera estatal, podrían ser alternativas viables
para acceder a esos volúmenes de hidrocarburos.
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