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1. INTRODUCCIÓN 
Con la publicación de la “Estrategia Nacional para 
el Desarrollo de la Economía del Hidrógeno en 
Argentina” (Secretaría de Asuntos Estratégicos, 
2023), Argentina apunta a un nuevo mercado 
clave para la transición energética a nivel global. 
Es que el uso de hidrógeno de bajas emisiones 
de carbono luce como la principal alternativa a 
los combustibles fósiles para los sectores cuya 
electricación directa es de difícil implementación. 
Este es el caso de la industria pesada, 
particularmente donde existen procesos con altas 
temperaturas, y del transporte de larga distancia. 
Varios países plantean también usar hidrógeno de 
bajas emisiones de carbono para la generación 
de electricidad, aunque persisten las dudas sobre 
la rentabilidad económica de tal n.
Basándose en sus ventajas competitivas, 
Argentina proyecta una participación sustancial 
en el comercio internacional de hidrógeno de 
bajas emisiones con la exportación de 0.3 
millones de toneladas anuales desde 2030 hasta 
llegar a 4 millones para 2050, equivalentes a 5% 
del mercado global proyectado para esta fecha 
(Secretaría de Asuntos Estratégicos, 2023, p. 24). 
Europa, Corea del Sur y Japón son los potenciales 
destinos de exportación explícitamente citados 
para Argentina en su Estrategia Nacional.
La baja densidad volumétrica del hidrógeno 
(0.083 kg/m3) en condiciones normales de 
temperatura y presión y su muy baja temperatura 
de licuefacción (-253°C) representan un desafío 
técnico-económico para plantear exportaciones 
a escalas intercontinentales. Así, este último 
proceso requiere el equivalente al 30% del 
contenido energético del hidrógeno producido 
(Agencia Internacional de Energía, 2023, p. 
310). Hay que sumar además las pérdidas 
por evaporación durante la carga, descarga y 
transporte por buques, que para un viaje de 30 
días pueden llegar a más del 8% (Al-Breiki y Bicer, 
2020, p. 2).
Parece, por lo tanto, más conveniente, tal como 
lo  identica  la  Estrategia  Nacional  de  Argentina, 
apostar a derivados del hidrógeno como el 
amoniaco o el metanol para su despacho 
(Secretaría de Asuntos Estratégicos, 2023, p. 
23). Sin embargo, producir metanol de bajas 
emisiones de carbono implica no solamente 
que el hidrógeno usado en el proceso también 
lo sea, sino que el dióxido de carbono, que es 
otro insumo necesario, sea de origen biogénico 
o provisto con tecnologías todavía incipientes de 
captura directa en el aire (Agencia Internacional 
de Energía, 2023, p. 102). Por otro lado, la 
existencia de capacidades e infraestructuras 
para la producción y despacho de amoniaco en 
la zona de Bahía Blanca (Secretaría de Asuntos 
Estratégicos, 2023, p. 47) hacen más factible 
a corto plazo el uso del amoniaco como vector 
energético para exportaciones intercontinentales 
de derivados del hidrógeno desde Argentina.
El amoniaco de bajas emisiones de carbono también 
puede ser buscado para su consumo directo, sin 
necesitar su reconversión en hidrógeno. De esta 
forma se podría descarbonizar la producción de 
fertilizantes, las industrias químicas que lo tienen 
como insumo y el transporte marítimo. Corea del 
Sur y Japón incluso plantean usar directamente 
amoniaco para la generación eléctrica (Collins, 
2023). 
Ahora bien, la viabilidad de exportar amoniaco 
desde Argentina depende en primer lugar de 
que las emisiones de carbono asociadas sean 
inferiores a los umbrales denidos en los mercados 
apuntados. La Unión Europea ya estableció, por 
ejemplo, estándares para que el hidrógeno o 
combustibles derivados puedan ser considerados 
como renovables o de bajas emisiones de 
carbono. Si bien la Comisión Europea (2023, p. 
3) aclara que estas normativas no constituyen 
una obligación para los países productores, el 
no cumplimiento impedirá a los consumidores 
nales  acceder  a  los  subsidios  que  se  están 
implementando para promover su uso. Esto 
signica la poca probabilidad de ganar mercados 
dados los costos adicionales del hidrógeno de 
bajas emisiones de carbono sobre el hidrógeno 
producido de forma convencional. Sieler y Dörr 
(2023)  identicaron  que  Japón  y  Corea  del  Sur