RELACIONES ENTRE LA INSTITUCIONALIDAD GLOBAL Y REGIONAL EN MATERIA DE
ENERGÍA: LA AGENDA 2030 DE NACIONES UNIDAS Y LA AGENDA ENERGÉTICA DE
AMÉRICA DEL SUR
María Cristina Silva Pareja
Periodista y licenciada en Comunicación Social, especializada en
Estudios Internacionales. Coordinadora de Asuntos Bilaterales en el
Departamento Internacional del Ministerio de Energía de Chile.
msilvap@minenergia.cl
Recibido: 22/06/2018 y Aceptado: 27/08/2018
ENERLAC. Volumen II. Número 1. Septiembre, 2018 (72-90).
RESUMEN
El estudio pretende valorizar la conexión entre los niveles de
gobernanza global y regional, en el caso de la implementación y
seguimiento de la planificación en torno a la energía sostenible. El
espacio regional –intermedio– es poco reconocido, aun cuando puede
constituir un puente apropiado para traducir las realidades y
necesidades comunes de los países que integran los mecanismos
subregionales, en este caso, los suramericanos.
A partir de una comparación de las agendas y foros mundiales con los
propósitos de los tres mecanismos geográficos suramericanos – Mercosur,
Comunidad Andina y UNASUR– se constata que la planificación global en
materia energética (ODS 7 de la Agenda 2030), que debería estar
naturalmente recogida en la planificación energética regional, no se
encuentra considerada. De esta forma, se verifica que no habría una
relación bidireccional ni complementaria entre el nivel global y
regional en materia del ODS 7, referido a la energía sostenible. Como
parte de las conclusiones, se incluye un conjunto de recomendaciones
que pueden ser de utilidad a los tomadores de decisiones políticas
regionales.
Palabras Clave: Naciones
Unidas, Agenda 2030, América del Sur, Gobernanza, Energía, Integración
Regional.
ABSTRACT
The study aims to highlight the connection between the global and
regional governance levels, in the case of the implementation and
planning monitoring on sustainable energy. The regional space
-intermediate- is not much recognized, although it can constitute an
appropriate bridge to translate the realities and common needs of the
countries that are part of the subregional mechanisms, in this case, in
South America. Comparing the global agendas and forums with the
objectives of the three South American geographic mechanisms -Mercosur,
the Andean Community and UNASUR- it shows up that the global planning
in energy matters (SDG 7 of the 2030 Agenda), which should be naturally
gathered in the regional energy planning, is not considered. Thus, it
is confirmed that there would be no bidirectional or complementary
relationship between the global and regional level in terms of SDG 7,
referred to sustainable energy. As part of the conclusions, a set of
recommendations that may be useful to regional policy makers is
included.
Keywords: United Nations,
Agenda 2030, South America, Governance, Energy, Regional Integration.
PREÁMBULO
El problema de investigación
Latinoamérica y el Caribe se han dotado de mecanismos representativos a
nivel regional y subregional. En el caso de América del Sur, el espacio
se subdivide entre el Mercosur, en la vertiente atlántica, la Comunidad
Andina, en la costa pacífica. Por su parte, la UNASUR congrega al
Mercosur y a la CAN, así como a los dos países independientes de
Suramérica (Surinam y Guyana) que forman parte además de los sistemas
caribeños.
A nivel mundial, el mecanismo de gobernanza por excelencia es el
sistema de Naciones Unidas, que promueve desde comienzos del siglo XXI
una planificación y seguimiento de metas globales en marcos
plurianuales de quince años. Estos se iniciaron con los Objetivos de
Desarrollo del Milenio (ODM), centrados en la superación de la pobreza,
y en torno a los cuales se trabajó entre los años 2000 y 2015. En el
siguiente período de quince años se estableció una planificación
centrada en el desarrollo sostenible. Se trata de la denominada Agenda
2030, que establece 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), uno de
ellos referido específicamente a la energía sostenible (ODS 7).
Esta agenda de planificación y seguimiento ofrece un marco global para
orientar el desarrollo de los países en torno a 17 temáticas que
requieren una acción coordinada. En su diseño, Naciones Unidas
considera también la participación de distintos agentes en esta red de
trabajo mundial, entre los que se cuentan los mecanismos regionales. No
obstante, si bien estas metas se están trabajando de manera cercana con
los países, a través de diversas instancias de seguimiento, no parece
existir aún un involucramiento activo de las regiones. Y esta ausencia
constituye un problema necesario de abordar, si consideramos que el
espacio regional puede ser el intermediario más apropiado para
organizar a los países de una determinada región en función de sus
problemáticas comunes, así como para impulsar soluciones compartidas.
En consecuencia, el presente trabajo académico pretende constatar en
qué medida los mecanismos de la integración regional suramericana están
reproduciendo el objetivo de la agenda global referido a la energía
sostenible (ODS 7), para luego proponer eventuales vías para avanzar en
este plan mundial.
Relevancia y aportes de la
investigación
El estudio pretende valorizar la conexión entre los distintos niveles
de gobernanza, global y regional, para la implementación y seguimiento
de la planificación en torno a la energía sostenible. Este espacio
intermedio es poco reconocido y puede constituir un puente apropiado
para traducir las realidades y necesidades comunes de los países que
integran los mecanismos subregionales suramericanos.
Su consideración permitiría proyectar complementariedades entre ambos
niveles, facilitar el intercambio de información y de indicadores
regionales, incorporar mayor eficiencia en el seguimiento de los
objetivos al permitir elaborar recomendaciones comunes basadas en
diagnósticos compartidos, establecer prioridades para la cooperación
horizontal, y diseñar una planificación subregional en torno a la
Agenda 2030 que sea traspasada a cada uno de los países del espacio
suramericano, contribuyendo así a la armonización y construcción de
metas comunes, entre otras potencialidades.
Metodología de investigación
El estudio es de carácter básicamente exploratorio, dado que obedece al
objetivo de identificar las conexiones entre los niveles globales de
gobernanza y los regionales en el ámbito de las políticas de desarrollo
energético.
La investigación se centra en el caso de América del Sur, analizando la
vinculación de las instancias relacionadas a la energía en el Mercosur,
CAN y UNASUR con la Agenda 2030 de Naciones Unidas, particularmente
respecto a su Objetivo de Desarrollo de energía sostenible (ODS 7).
Como complemento a las conclusiones, se ensayarán algunas
recomendaciones relacionadas a los hallazgos que se identifiquen en el
desarrollo del estudio.
OBJETIVOS
Objetivo General
Dar cuenta de la conexión entre la institucionalidad global y la
regional suramericana en torno a sus agendas de desarrollo energético
sostenible.
Objetivos Específicos
Revisar los objetivos relacionados a la energía y el funcionamiento de
la institucionalidad en esta materia en el Mercosur, la CAN y UNASUR.
Constatar el nivel de implementación del Objetivo de Desarrollo
Sostenible 7 de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, referido a la
energía sostenible, en los espacios de integración que abordan
objetivos energéticos en América del Sur.
Revisar la consideración del espacio regional suramericano en la
estructura de seguimiento del ODS 7 de Naciones Unidas.
HIPÓTESIS
De acuerdo a los objetivos planteados y a los fundamentos que se
plasman en el marco teórico, se propone como hipótesis central del
trabajo que no habría una relación bidireccional ni complementaria
entre el nivel global y regional en materia de los objetivos de energía
sostenible.
MARCO TEÓRICO
Para el desarrollo del trabajo se describirán primeramente las
instancias de la gobernanza política global relacionadas al desarrollo
energético sostenible, así como las vinculadas a la institucionalidad
regional de América del Sur, para así poder establecer luego el nexo
entre ambos espacios.
La gobernanza global: La agenda 2030
de Naciones Unidas y su objetivo de energía sostenible
El sistema global inició el siglo con una iniciativa de planificación
estratégica mundial para avanzar en los principales desafíos de la
agenda mundial, a través de objetivos plurianuales que establecían
metas para los problemas más acuciantes de la humanidad.
Así, la primera agenda 2000-2015 estuvo referida principalmente a la
superación de la pobreza, para lo cual se establecieron los Objetivos
de Desarrollo del Milenio (ODM).
La segunda agenda de desarrollo de Naciones Unidas es la que rige entre
el 1 de enero de 2016 y el año 2030, la denominada “Agenda 2030”, que
plantea 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas a
cumplir en un plazo de 15 años.
En esta nueva planificación mundial los temas se han diversificado, y
la energía sostenible (ODS 7) aparece como un eje estratégico, que se
relaciona transversalmente con los demás objetivos.
Es decir, para que el mundo se desarrolle de manera racional, la
energía sostenible es un imperativo, que se expresa en la necesidad de
asegurar el acceso a servicios energéticos asequibles, fiables,
sostenibles y modernos, reduciendo al mismo tiempo los efectos en el
medio ambiente.
Como señala la CEPAL, la energía es el “hilo dorado” que se entrelaza a
lo largo de la Agenda 2030 y que está en el centro de las aspiraciones
para una mejor calidad de vida del mundo. (CEPAL 2017). En efecto,
Naciones Unidas reconoce que la energía es un elemento fundamental para
el desarrollo sostenible y para la erradicación de la pobreza. Bien es
sabido que las necesidades del crecimiento pasan por la disponibilidad
de energía. Es decir, el desarrollo económico conlleva un consumo
proporcional de energía, expresado en la relación entre el PIB per
cápita y el consumo de energía de determinados países.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible 7
de Naciones Unidas (ODS 7):
Dentro de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que se han
propuesto los 193 países de Naciones Unidas, el Objetivo 7 se refiere a
“garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y
moderna para todos”, a través de tres metas principales al año 2030:1
-
Garantizar el acceso universal a servicios de energía asequibles,
confiables y modernos.
-
Aumentar sustancialmente el porcentaje de la energía renovable en el
conjunto de fuentes de energía.
-
Duplicar la tasa mundial de mejora de la eficiencia energética.
Situación del ODS 7 en América Latina:
En el segundo informe anual sobre el progreso y los desafíos regionales
de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible elaborado por la CEPAL
en 2018, se constata el estado actual de las metas del ODS 7 en América
Latina y el Caribe (ALC):
a) Acceso universal a la energía
La región es una de las más cercanas a alcanzar el acceso a la energía
universal, después de América del Norte, Europa y Asia Central. Aun
así, en 2014 más de 18 millones de personas no tenían acceso a la
electricidad, principalmente en la subregión del Caribe (7 de sus 38
millones de habitantes, correspondiendo 6,5 millones a Haití). Junto a
esto, la energía es un gasto importante en los hogares más pobres, por
lo que el desafío es alcanzar una energía universal y asequible para
todos.
b) Aumento de la energía renovable
En ALC el petróleo representa un 46% de la matriz energética primaria,
en consecuencia que en el promedio mundial este recurso representa un
31%. En contrapartida, la región tiene uno de los más altos porcentajes
de fuentes renovables en la matriz eléctrica (55% versus un 21% en el
promedio mundial). La región es también uno de los mercados que más
creció en lo que respecta a energía solar y eólica. Así, por ejemplo,
la duplicación de las energías renovables en las matrices de Brasil y
México al 2030 elevaría el PIB de estos países en un más de un 1%,
según cálculos de IRENA.
Otro dato positivo es que en la región más de 2 millones de personas
trabajaban en el sector de energías renovables en 2015. En términos
globales, el informe señala que la energía fotovoltaica crea dos veces
más empleos que la generación de electricidad por carbón mineral o gas
natural.
Por otra parte, las licitaciones de energía renovable en ALC en 2015 y
2016 representaron los precios más bajos a escala global.
Otros datos destacados de la región es la situación de países con alta
incorporación de energías renovables a 2015, como Costa Rica (99%, con
un 75% de generación hidroeléctrica) y Uruguay (92,8%), mientras que
Brasil es el segundo país a nivel mundial en aumento de la energía
hidroeléctrica y el cuarto en capacidad instalada de energía eólica.
México, por su parte, destacó por la incorporación de geotermia y
Chile, por el recurso fotovoltaico y eólico.
c) Duplicación de la eficiencia energética
Respecto a esta meta, el informe de la CEPAL no se pronuncia de manera
específica. No obstante, el informe 2017 del Marco Mundial de
Seguimiento del Banco Mundial señala que desde hace más de dos décadas
ALC es la región del mundo con menor intensidad energética –la cantidad
de energía necesaria para producir una unidad de PIB–, lo cual es, al
mismo tiempo, un factor de dificultad para el logro del objetivo de
duplicar su reducción. Los mayores avances están dados en la
sustitución de la leña por gas y por la adopción de programas de
fomento de la eficiencia energética. El sector industrial es el que más
ha aportado a la reducción de la intensidad energética. A nivel
mundial, es también la industria y el transporte los que más habrían
aumentado su eficiencia energética. En cualquier caso, los avances en
esta materia son todavía insuficientes para el cumplimiento de la meta.
Instituciones especializadas como la AIE han advertido la urgencia de
trabajar para el logro de los objetivos, pues a nivel global ninguna de
las tres metas principales sería alcanzable, al ritmo de los actuales
avances. De acuerdo a las proyecciones, al 2030 todavía quedarán 670
millones de personas sin acceso a la electricidad. Y si bien la
incorporación de las energías renovables modernas ha ido en aumento,
para alcanzar un sistema energético verdaderamente sostenible se
requiere que éstas aumenten en un 21% al 2030. Igualmente, la
eficiencia energética debería aumentar a una tasa anual de entre un 2,6
y 3,4%. La conclusión es que se requieren acciones urgentes en todas
estas áreas, especialmente en energías renovables y eficiencia
energética, consideradas las áreas claves para la sostenibilidad
energética.
Institucionalidad global de
seguimiento de la Agenda 2030:
La complejidad de la Agenda 2030 ha dado lugar al establecimiento de
distintas estructuras para el seguimiento de su implementación, a nivel
político global, regional y técnico.
a) Foro Político de Alto Nivel (FPAN)
Es la instancia más relevante de seguimiento a nivel político global,
donde los países dan exámenes anuales de manera voluntaria para ir
midiendo el avance en torno a los 17 ODS.
En el FPAN que tuvo lugar en julio de 2018 en Nueva York, se examinó
por primera vez el ODS 7 de energía sostenible. Y, de acuerdo a lo
informado por CEPAL, en el FPAN de 2019 se prevé incorporar nuevas
medidas para acelerar la implementación de los ODS. Allí se iniciará un
nuevo ciclo de reuniones, destinadas a “maximizar la coherencia del
seguimiento de la Agenda 2030 con el proceso de revisión cuadrienal
amplio de la política”.
Asimismo, en 2019 se iniciará un análisis integral de “la importancia
que para el desarrollo sostenible tienen las dimensiones regionales y
subregionales, la integración económica regional y la
interconectividad. Se podrán estudiar los vínculos entre los exámenes
nacionales y los procesos regionales inclusivos, y su contribución al
seguimiento de la Agenda 2030 en el plano mundial”. (CEPAL, 2018)
En el FPAN 2019 será posible “analizar la relación entre los marcos
regionales y subregionales, y su traducción en medidas concretas y en
políticas de desarrollo sostenible a escala nacional y subnacional.
También se podrán considerar los efectos del seguimiento y el examen
regional y subregional en los procesos de aprendizaje mutuo, el
intercambio de mejores prácticas y los debates sobre objetivos comunes,
entre otros”. (Idem)
Por tanto, se espera que el 2019 las regiones también puedan presentar
sus contribuciones al logro de los objetivos de la Agenda 2030.
b) Global Tracking Framework (GTF)
Es una iniciativa técnica liderada por el Grupo Banco Mundial y que
integra a otras 13 instituciones como la Agencia Internacional de
Energía y la iniciativa Sustainable Energy for All de Naciones Unidas.
El GTF da seguimiento a los tres objetivos principales del ODS 7
(energías renovables, eficiencia energética y acceso a la energía).
En el Informe 2017 para América Latina y el Caribe del GTF, elaborado
en conjunto con la CEPAL, se apela a implementar “cambios profundos e
inmediatos en cómo la energía se produce, se transforma, se negocia y
se consume”, indicando que la Agenda 2030 deberá “plasmarse en medidas
concretas para mejorar la productividad energética, racionalizar el uso
de la energía, optimizar los recursos energéticos y desplegar las
nuevas tecnologías energéticas y la infraestructura energética
sostenible”.
c) Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo
Sostenible
En el 36° período de sesiones de la CEPAL, del 27 de mayo de 2016, se
aprobó una resolución para el establecimiento de esta instancia de
reunión anual de los países de ALC destinada a dar un seguimiento
regional a los 17 ODS.
El Foro ha funcionado en sus dos primeros años bajo presidencia de
México, y se encuentra institucionalizando un formato y organización de
los trabajos, así como la modalidad de participación de sus múltiples
actores.
En la actual estructura se prevé la relación concertada entre las
agencias de Naciones Unidas y otras instancias, tales como los
mecanismos de integración regional de América Latina y el Caribe.
El Foro se ordena en círculos concéntricos, donde el último de ellos es
el de los mecanismos subregionales de integración (AEC, ALBA, Alianza
del Pacífico, CAN, CARICOM, CELAC, Mercosur, OECO, SICA y UNASUR),
foros y organismos especializados de apoyo a la integración regional
(ALADI, IICA, OTCA, Proyecto Mesoamérica, SELA, SISCA) e incluso
organismos hemisféricos e iberoamericanos (OEA y SEGIB), todos bajo la
denominación de “Sistema interamericano y bloques de integración
regional y subregional”.
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL),
2016.
https://www.cepal.org/es/infografias/dimension-regional-global-la-agenda-2030-desarrollo-sostenible
El nivel regional: Las instancias
energéticas de los mecanismos de integración suramericanos
El objetivo de la integración regional:
Es innegable que América Latina y el Caribe requiere de estructuras que
representen sus intereses, que resguarden y promuevan sus recursos y
potencialidades, que construyan un discurso común y posiciones
concertadas en función de un desarrollo armónico de la región y de un
posicionamiento relevante en la arena internacional, los mecanismos
existentes muestran ciertas debilidades que los hacen sujetos de
crítica, desconfianza y escepticismo respecto a su valor y utilidad.
Por ello, las definiciones teóricas contribuyen a entender la función y
proyectar el potencial de los espacios regionales.
Estas concepciones van desde la etapa primaria de los años 60, como la
definición clásica del economista húngaro Bela Balassa, que entendía el
proceso de integración como una forma de relación económica,
caracterizada por la eliminación gradual de factores de discriminación
comercial entre países, hasta las más recientes, como la del
investigador sueco Fredrik Söderbaum, que concibe al regionalismo como
“la política y proyecto por el cual el estado y los actores no
estatales cooperan y coordinan estrategias dentro de una región
particular” (Söderbaum, 2009). Este autor es uno de los principales
exponentes de una de las corrientes explicativas de los años 2000,
denominada “Aproximación al Nuevo Regionalismo” (New Regionalism
Approach, NRA), que nos permite entender el valor de las regiones como
el espacio intermedio entre lo nacional y lo global.
Vista esta evolución desde la integración latinoamericana, observamos
que ha evolucionado desde un paradigma económico de los años 60 que dio
origen, por ejemplo, al Mercado Común Centroamericano y al Pacto Andino
(antecedentes del SICA y de la CAN, respectivamente), hasta un
paradigma de integración multidimensional, que se aprecia desde los
años 90, y que asigna un mayor peso a la coordinación política
incorporando, entre otros, temas sociales, ambientales y energéticos,
entre otros.
Söderbaum explica que hay una creciente tendencia a mirar al
regionalismo desde una perspectiva omnicomprensiva y flexible, centrada
en su dimensión política e instrumental, entendiéndolo como “las ideas
cognitivas y políticas destinadas a reforzar la cooperación,
integración o coordinación en un espacio regional”. Recalca en
particular el aporte del austríaco Karl Polanyi en explorar el rol del
regionalismo como “una respuesta política a la globalización
económica”. (Schouten 2008)
Para Söderbaum, las regiones estarían “mejor equipadas para manejarse
con las características, culturas e intereses regionales, y
facilitarían un mejor multilateralismo: el multilateralismo regional”.
(Idem)
La visión de este autor puede ser complementada también con otras
miradas que incorporan la variable de las relaciones extrarregionales,
del desarrollo y de la multifuncionalidad en los regionalismos.
Para el británico Andrew Hurrell, las regiones serían “un conjunto de
políticas de uno o más estados, diseñadas para promover la emergencia
de una unidad regional cohesionada, que domina el patrón de relaciones
entre los estados de esa región y el resto del mundo, y que forma las
bases de organización de políticas dentro de la región en una serie de
asuntos”. (Hurrell, 1992)
La brasilera Sonia de Camargo va incluso más allá en su valoración de
las regiones, que “al lado o por encima de Estados nacionales, pueden
pasar a constituir las unidades básicas de un futuro orden mundial
multilateral”. (De Camargo, 2000)
En los últimos años los marcos explicativos respecto a los nuevos
propósitos que se le atribuyen a la integración regional han llevado a
caracterizar estos espacios con distintos apellidos.
Así por ejemplo, el catedrático español José Antonio Sanahuja se
refiere al “regionalismo post- liberal”, que se caracterizaría, entre
otras cosas, por el retorno a una agenda de desarrollo, por la búsqueda
de fórmulas para promover una mayor participación de actores no
estatales, un mayor énfasis en la seguridad energética y carencias de
infraestructura regional (Sanahuja, 2011), situaciones que se aprecian
claramente en el caso de los mecanismos latinoamericanos.
Igualmente, el chileno Francisco Rojas caracteriza las nuevas formas de
regionalismo en función del desarrollo de un “multilateralismo
cooperativo”, que tendría por finalidad la construcción de consensos;
la incorporación de más actores al debate, en las definiciones y en los
cursos de acción; la promoción de marcos institucionales flexibles para
la participación y vinculación con diversos actores; el desarrollo de
nuevas redes de vinculación sobre temas específicos o para enlazar de
manera más horizontal los distintos actores, entre otros. (Rojas, 2011)
Por su parte, el investigador italiano Gian Luca Gardini, piensa el
proceso latinoamericano como “regionalismo modular”, caracterizado por
una multiplicidad de actores, de mesas de negociación y la
multiplicación e intersección de temas. En este tipo de regionalismo,
“los estados toman y eligen membresías de proyectos de integración
regional, reflejando sus intereses nacionales y prioridades de política
exterior en áreas específicas”. (Gardini, 2013)
Y el diplomático chileno Alberto van Klaveren propone el concepto de
“regionalismo heterodoxo”, caracterizado por “un mayor pragmatismo en
comparación con las experiencias anteriores de integración y por la
superposición de múltiples vías de acción, que incluyen mecanismos
formales e informales, procesos multilaterales o bilaterales, esquemas
regionales o subregionales, acciones amplias y restringidas”. (van
Klaveren, 2012)
Este autor toma distancia de las definiciones clásicas inspiradas en la
construcción europea, señalando que “a diferencia de lo que ocurría en
el pasado, no todas las iniciativas tienen un componente comercial o
apuntan al establecimiento de zonas de libre comercio”, abriéndose hoy
a otras motivaciones, de carácter más específico y pragmático. (Idem)
En síntesis, el regionalismo es un hecho a dimensionar desde su
expresión en un contexto particular, y adquiere un nuevo valor al
constituirse como un espacio intermedio entre la agenda nacional y la
global, y que puede llegar a ser incluso más efectivo que los estados
como actores en la arena internacional, así como en las nuevas agendas,
como es el caso de la energía sostenible.
El espacio de la integración
suramericana:
A objeto de seleccionar los mecanismos de integración latinoamericana
en este estudio, tomaremos el punto de vista clásico de la proximidad
geográfica. De acuerdo a esto, podemos subdividir a América Latina y el
Caribe en tres grandes espacios: Mesoamérica (SICA y México), el Caribe
(CAIRCOM y AEC) y Suramérica (Mercosur, CAN y UNASUR).
En estas subregiones se expresa en líneas generales la diversidad de
una vasta zona con realidades diferenciadas, donde se desarrollan
temáticas sectoriales, de acuerdo a diagnósticos subregionales
particulares, objetivos, políticas, metas e institucionalidades
propias, que permiten responder colectivamente a sus desafíos a través
de la integración.
Para efectos del análisis, se abordará el espacio suramericano y su
aproximación a los temas energéticos, para lo cual se revisará la
institucionalidad de la CAN, del Mercosur y de la UNASUR.
La energía en la institucionalidad
suramericana:
a) La Comunidad Andina y el camino de la interconexión eléctrica
La CAN es la continuación del Pacto Andino de 1969, que se reconfiguró
en 1997, ampliando sus objetivos más allá del paradigma del intercambio
comercial del siglo XX. Hoy, la Agenda Estratégica Andina (AEA)
identifica a la integración energética como una de las doce áreas
estratégicas relevantes de la comunidad que congrega a Bolivia,
Colombia, Ecuador y Perú, y que asocia a los países del Mercosur y
Chile.
En el ámbito de la energía, la CAN se ha centrado principalmente en la
creación de un mercado energético regional y en la interconexión
eléctrica de sus países. Para ello, cuenta con un Comité Andino de
Organismos Normativos y Reguladores de Servicios de Electricidad
(CANREL) y con dos grupos de trabajo: el GTOR, de los organismos
reguladores y el GOPLAN, para la planificación de la infraestructura.
En el área de gas, también se creó un Grupo Ad Hoc, pero no está activo
desde el año 2005.
La AEA y su Plan de Implementación ampliaron el campo de acción en
materia de integración energética en la Comunidad Andina, al establecer
como lineamientos estratégicos del sector lo siguiente:
-
Promover el intercambio de información y experiencias en cooperación
hidrocarburífera, minera e hidroeléctrica de la subregión en un marco
de respeto y protección del medio ambiente.
-
Fortalecer la institucionalidad en los temas asociados a la
integración energética en general y a la interconexión eléctrica y de
gas natural, en particular.
-
Propiciar en la subregión la seguridad energética y la preservación
del medio ambiente.
-
Promover el desarrollo y uso de energías renovables.
-
Facilitar procesos de integración energética (incluidos intercambios
de electricidad e interconexión de sistemas de gas natural).
-
Propiciar en la subregión la seguridad energética, el abastecimiento
y el intercambio energético subregional.
b) El Mercosur y el Subgrupo de Trabajo 9 sobre Energía
El Mercosur congrega a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Venezuela
se sumó posteriormente al mecanismo, pero fue suspendida en agosto de
2017. Igualmente, Bolivia se encuentra en proceso de adhesión y los
países andinos, Chile, Guyana y Surinam son miembros asociados.
La labor cotidiana del mecanismo se desarrolla en el marco del Grupo
Mercado Común (GMC). En este último se encuentran los grupos de
trabajo, comisiones, reuniones especializadas, grupos ad hoc y otras
instancias específicas. Así, energía es abordada en el Subgrupo de
Trabajo N°9, pero también hay temáticas relacionadas que llevan otros
grupos (ej.: Comisión de Gas o el Subgrupo 3 de Reglamentos Técnicos,
donde se aborda la seguridad de productos eléctricos).
El SGT-9 considera dos subcomisiones: Programas energéticos, y Precios,
tarifas y tratamiento tributario. Allí se abordaban los siguientes
temas: panoramas energéticos de los países, hidrocarburos, intercambio
de energía eléctrica, aprovechamiento de los excedentes
hidroeléctricos, el proyecto “Base de Indicadores de Eficiencia
Energética para el Mercosur”, entre otros.
Esta instancia se creó en 2007, pero a poco andar descontinuó sus
reuniones, siendo la última la sostenida en Paraguay en mayo de 2011.
c) UNASUR y el Consejo Energético Sur-americano
UNASUR es el mecanismo formalizado el año 2008, que surge de la
conciencia del valor estratégico de Suramérica, ante lo cual sus países
deciden integrarse para abordar sus potencialidades comunes,
necesidades de desarrollo y sus déficits, tales como la integración
física o la administración de sus recursos energéticos y naturales.
UNASUR tiene un carácter geoestratégico, derivado de su ubicación
–entre dos océanos– y de la riqueza de sus recursos. Posee más del 20%
de la superficie forestal del planeta, y amplias zonas cultivables que
convierten a la región en el principal productor y exportador de
alimentos a nivel mundial. En términos energéticos, mantiene
importantes reservas de hidrocarburos y distintas fuentes de energía
renovable.
La base de la UNASUR es la convergencia entre los dos mecanismos
geográficos sudamericanos: Mercosur y CAN. Su accionar se sustenta en
una agenda de prioridades, ejecutada por diferentes consejos, los que
funcionan a través de coordinaciones ministeriales entre los países
suramericanos (ej.: Consejo Suramericano de Energía, que congrega a los
ministerios de energía de América del Sur).
La importancia de la energía para la UNASUR queda de manifiesto en el
hecho de que el primer consejo suramericano creado fue precisamente el
de energía, que se lanzara en la I Cumbre Energética Suramericana
efectuada en Isla Margarita en abril de 2007, un año antes de que se
institucionalizara la UNASUR.
El Consejo Energético Suramericano (CES) proponía la integración
energética regional. Para ello planteaba establecer una Estrategia
Energética Suramericana, un Plan de Acción que calendariza las
actividades de cuatro grupos de trabajo y avanzar en la elaboración de
un Tratado energético para garantizar la energía de todos los países
suramericanos.
La II Cumbre energética se realizó en mayo de 2010 en Argentina, donde
se establecieron los lineamientos de la Estrategia Energética
Suramericana (15 puntos) y el Plan de Acción para la Integración
Energética Regional, que plantea trabajos en el ámbito del ahorro y
eficiencia, así como en petróleo, gas natural, carbón, energía
eléctrica, nuclear, renovable y biocombustibles.
El CES sesionó de manera constante a nivel de Grupo de Expertos en
Energía (GEE) y organizó seis reuniones ministeriales, la última de
ellas el 11 de noviembre de 2016. Allí se reconocieron los avances de
los cuatro grupos de trabajo: Balance Energético (BEN), Tratado
Energético Suramericano (TES), estudio de viabilidad para la creación
de un Instituto de Investigaciones Energéticas (IIE) y Planificación
energética (PE). Igualmente, se aprobaron los estatutos para regular el
funcionamiento del CES. No obstante, dado que el mecanismo entró en una
crisis institucional y financiera, el CES y sus otros consejos
suspendieron sus actividades, hasta la fecha.
DESARROLLO
De acuerdo a los fundamentos teóricos expuestos, el nivel regional se
presenta como un espacio óptimo para aterrizar los objetivos globales a
la realidad de un espacio geográfico regional. Por otra parte, como
señala Hurrell, los regionalismos tienen una dimensión extrarregional,
una conexión con el resto del mundo que “forma las bases de
organización de políticas dentro de la región”. Tal sería el caso de la
agenda 2030 de Naciones Unidas y su implementación en las diferentes
regiones, la cual pasaremos a examinar en el caso suramericano.
La incorporación del ODS 7 en los
espacios regionales suramericanos
Desde la perspectiva del regionalismo modular de Gardini, los países y
otros actores pueden participar de diferentes espacios de acuerdo a sus
intereses. En este caso, los objetivos de energía sostenible podrían
ser abordados a través de las instancias energéticas de los mecanismos
geográficos, como el Consejo Energético Suramericano de la UNASUR, el
Grupo de Trabajo 9 del Mercosur o del CANREL en el caso de la Comunidad
Andina. O bien de organismos regionales especializados, como la OLADE.
Tomando la idea del multilateralismo cooperativo que propone Rojas, la
integración energética pasaría por la construcción de consensos y por
la participación y vinculación de diversos actores, reforzando la
perspectiva del vínculo entre academia, organismos especializados y
mecanismos de integración, con lo cual se valida tanto el papel de los
mecanismos de integración como de los organismos especializados, en
este caso, la OLADE.
No obstante, si revisamos los mecanismos de integración geográficos,
constatamos que sus agendas energéticas escasamente se hacen cargo de
la planificación global en materia de energía sostenible.
Así por ejemplo, en la CAN no hay un trabajo en torno a la agenda
global de energía sostenible. Aquí, el foco de acción se restringe
principalmente a la interconexión eléctrica, tanto en la planificación
de la infraestructura como en el diseño de un marco regulatorio
regional para administrar los intercambios. Es decir, aborda aspectos
técnicos, pero no políticos, como es el caso de la agenda de Naciones
Unidas.
Respecto al Mercosur, la agenda del subgrupo de trabajo 9 se muestra
más amplia, incluyendo algunos aspectos de energía sostenible. Así se
refleja en su última acta de reuniones, donde se alude, por ejemplo, a
acciones relacionadas con el uso racional y eficiente de la energía,
como es la generación de una base de indicadores de eficiencia
energética para el Mercosur.
Pero dado que el SGT 9 descontinuó sus trabajos y no se reúne desde
2011 -sin una explicación formal- no es posible establecer una relación
con la Agenda 2030 de Naciones Unidas, que se lanzó en 2015. Asimismo,
tampoco hay constancia de si los aspectos de energía sostenible que
estaban abordándose hasta el año 2011 tuvieron alguna aplicación o
impacto en los países de esta subregión.
El caso de la UNASUR, por tratarse de un mecanismo de índole más
política, podría tener una aproximación más cercana a la agenda global.
Si revisamos la Declaración de Margarita “Construyendo la integración
energética del Sur”, que creó el Consejo Energético Suramericano (CES)
en 2007, podremos ver que muchos de sus compromisos tienen plena
vigencia para los objetivos que se plantean hoy los países de la
región. Allí, entre otros asuntos, los ministros de energía de
Suramérica acordaron:
-
Promover, a través de inversiones conjuntas, el desarrollo y
expansión de la infraestructura de integración energética de la región.
-
Establecer una sistematización y evaluación del balance energético
suramericano con el fin de proyectar una matriz energética regional.
-
Impulsar el desarrollo de la infraestructura energética.
-
Estudiar mecanismos para compatibilizar reglamentos, normas y
especificaciones técnicas que viabilicen la materialización de
interconexiones y el intercambio energético.
-
Impulsar la cooperación técnica y los programas de formación de
recursos humanos, así como el intercambio de información,
fortalecimiento institucional y desarrollo de capacidades.
-
Establecer vínculos entre los centros de investigación de los países
suramericanos, reconociendo la importancia de la innovación científica
y tecnológica y la de la promoción de investigaciones conjuntas en
materia energética.
-
Impulsar el desarrollo de las energías renovables, en función de la
diversificación de la matriz de energía primaria, la seguridad
energética, la promoción del acceso universal a la energía y la
preservación del medio ambiente.
-
Desarrollar programas de cooperación en materia de ahorro y uso eficiente de la energía.
Estos dos últimos objetivos coinciden plena-mente con el ODS 7 de la
Agenda 2030, lanzada ocho años después de la declaración que sienta las
bases del CES. Esto daría cuenta de una coherencia entre los objetivos
globales y los regionales, que habían sido ya diagnosticados y para los
cuales se establecían propósitos en el marco de la UNASUR.
Sin embargo, este espacio político donde se podrían transmitir las
metas del ODS 7 y establecer coordinaciones para avanzar de manera más
eficiente, se encuentra actualmente paralizado. En el caso del CES, era
el único consejo de la UNASUR liderado permanentemente por Venezuela,
país que no volvió a convocar a reuniones desde noviembre de 2016,
debido a su crisis interna.
En el VII Consejo Energético Suramericano de 2017 se preveía celebrar
los 10 años de creación del Consejo, y se presentarían los productos de
sus distintos grupos. Así, quedaron pendientes de aprobarse:
-
El texto consensuado respecto al preámbulo y Parte I del Tratado
Energético Suramericano (TES), que contenía las disposiciones iniciales
(Principios fundamentales, Objeto, Objetivos estratégicos, Objetivos
específicos, Protocolos específicos y Ámbito de aplicación). A partir
de la aprobación de este marco general, se lanzaría la negociación de
la Parte II, relacionada a la Infraestructura energética.
-
Los resultados del Balance Energético Suramericano 2013.
-
La creación del Sistema de Registro de Proyectos Energéticos
Estructurantes, elaborado por el Grupo de Trabajo de Planificación
Energética, y que contenía una cartera de proyectos a ser desarrollados
en América del Sur.
-
El informe de diagnóstico (Fase I) del Estudio de Viabilidad de
Creación de un Instituto de Investigaciones Energéticas de UNASUR.
La interrupción del funcionamiento del CES fue la antesala de la
paralización de la UNASUR, hecho que ocurrió en abril de 2018, cuando
la mitad de sus países: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y
Perú –que integran además el denominado Grupo de Lima, destinado a
atender la crisis de Venezuela–, acordaron no seguir participando en
ninguna de las instancias de trabajo de la UNASUR, dada la
imposibilidad de elegir un secretario general de consenso, y la falta
de financiamiento necesario para mantener los costos de la Secretaría
General. Esto implicó automáticamente el cese de las actividades del
mecanismo, puesto que sus consejos funcionaban con un quórum de la
mitad más uno de sus estados miembros.
En síntesis, sea por intereses divergentes o por parálisis
institucionales, la planificación global en materia energética, que
debería estar naturalmente recogida en la planificación energética
regional, no se encuentra considerada, debido a los objetivos
divergentes de los mecanismos o por las debilidades de la
institucionalidad regional, que se ve supeditada a los vaivenes
políticos contingentes.
La incorporación de las subregiones en la estructura institucional de implementación y seguimiento del ODS 7 de Naciones Unidas
La mejor ventana de observación del acercamiento entre la agenda global
y la latinoamericana es el Foro de Desarrollo Sostenible de América
Latina y el Caribe, dado que otras instancias no consideran la
dimensión regional o se refieren de manera puramente técnica a los
objetivos.
Aquí, si bien es clara la intención de realizar un proceso ampliamente
participativo, el esquema aprobado en 2017 resulta todavía poco
representativo en cuanto a la participación de las instituciones
energéticas. Así por ejemplo, no contempla instituciones relacionadas
al ODS 7 de energía sostenible, el cual por un lado es destacado por
ser un objetivo transversal y altamente estratégico, pero que no tiene
un correlato en la institucionalidad prevista para darle seguimiento a
través del Foro.
Tampoco se explicita la vinculación de los actores considerados por
Naciones Unidas en el esquema del Foro de Desarrollo Sostenible de ALC
con el “Sistema interamericano y bloques de integración regional y
subregional”, que aparece en una ubicación periférica, con una función
más distante del proceso.
En general, el organigrama incluye organismos de las más variadas
categorías, pero no se encuentran todos los existentes en ALC ni están
los que deberían estar para dar cuenta de las 17 temáticas que
conforman los ODS. Así por ejemplo, si para el ODS 2 (Hambre Cero) se
considera la participación del Instituto Interamericano de Cooperación
para la Agricultura, para el ODS 7 (Energía asequible y no
contaminante) no se incluye ninguna organización relacionada, como
podría ser la Organización Latinoamericana de Energía, que representa a
27 países de la región.
Igualmente, este Foro es de los países de América Latina y el Caribe,
pero considera organismos que involucran a países de otras regiones,
como Canadá, Estados Unidos y España, que si bien pueden tener una
participación en el esquema, deberían ser considerados de manera
diferenciada, en un status de observadores.
Y en su mecánica, las indicaciones de la agenda 2030 se traspasan
directamente a los Estados, que se organizan internamente a través de
sus distintas reparticiones gubernamentales, saltándose el nivel
regional intermedio, que podría tener un papel relevante en el caso de
América Latina, a partir de los diagnósticos particulares y caminos
propios que diferencian a las subregiones.
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
Habiendo revisado las agendas de la institucionalidad geográfica
suramericana y la estructura de los foros previstos por Naciones Unidas
para dar seguimiento a los ODS, se comprueba la hipótesis inicial de
que no habría una relación bidireccional ni complementaria entre el
nivel global y regional en materia de los objetivos de energía
sostenible.
Resulta clara la constatación de que ni los mecanismos regionales de
América del Sur ni la propia institucionalidad global de Naciones
Unidas consideran una vinculación en materia de energía sostenible
entre ambas dimensiones, desaprovechando así el potencial que ofrece el
espacio intermedio, previsto como el puente entre lo global y lo
nacional.
En tal sentido, como sugiere van Klaveren, se requieren acciones
pragmáticas, donde los asuntos puedan ser tratados por múltiples vías
de acción y a través de mecanismos formales o informales. De acuerdo a
esto, es posible ensayar recomendaciones desde la academia para
contribuir a visibilizar los desafíos para hacer un efectivo enlace
entre el espacio geográfico regional suramericano y el global en
materia energética
Por tanto, las conclusiones estarán centradas principalmente en sugerir
cursos de acción para abordar el problema constatado a través de la
comprobación de la hipótesis de trabajo.
Dado que se plantea un problema relacional entre dos niveles de acción
-el global y el regional-, se establecerán recomendaciones para cada
uno de estos espacios y luego desafíos generales a futuro.
a) Recomendaciones en el nivel subregional:
-
Reactivar el SGT 9 del Mercosur.
En el ámbito del Mercosur, se debería solicitar al Grupo Mercado Común
que los estados miembros expliciten sus voluntades de superar las
trabas que derivaron en la suspensión de las reuniones de su SGT 9. Su
funcionamiento cobra una gran importancia a la luz de los nuevos
escenarios energéticos, de las ventajas comparativas del bloque en
cuanto al desarrollo de fuentes renovables y de los desafíos que
plantean nuevas vinculaciones extrarregionales, tales como un posible
Acuerdo de Asociación entre el Mercosur y la Unión Europea.
-
Evaluar los costos de la paralización del Consejo Energético de UNASUR y reencausar su trabajo técnico.
Dado que el CES de la UNASUR desarrolló una década de trabajos con la
participación activa de los países, cuyos resultados quedaron a la
espera de ser lanzados, en caso de una eventual desaparición del
mecanismo se sugiere evaluar el costo de desperdiciar el trabajo
avanzado y explorar la forma de rescatar el trabajo técnico, dándole
continuidad a través de otra instancia u organismo regional que los
países acuerden.
-
Promover la agenda 2030 en la Comunidad Andina.
A excepción de la UNASUR, se constata que las estructuras regionales
suramericanas no consideran la dimensión política de la energía. En tal
sentido, tanto la CAN como el Mercosur han abordado la energía desde
una dimensión eminentemente técnica. En el caso andino – donde
efectivamente existen trabajos en materia de energía–, el foco está
puesto en los temas de interconexión eléctrica. Y aun cuando este
objetivo apunta a un tema mayor, como es la integración energética, no
obsta que igualmente puedan incorporarse temas de interés global, como
es el impulso de las energías renovables, de la eficiencia energética y
del acceso universal a la energía, señalados en la agenda global 2030.
-
Hacer efectivo el papel de la OLADE como “Secretaría Técnica” de la
integración energética suramericana, en función de dinamizarla.
De acuerdo al enfoque de multilateralismo cooperativo, ante la ausencia
de espacios activos en los mecanismos regionales suramericanos, la
OLADE parece ser la institución llamada a impulsar la vinculación entre
el espacio regional y global, en función de implementar los objetivos
de energía sostenible en América Latina y el Caribe.
En efecto, OLADE es el único y más antiguo organismo dedicado a
promover la integración energética regional. Por la experticia
desarrollada en su larga trayectoria y por la confianza depositada por
los ministerios de Energía de sus países miembros, se recomienda que
esta organización formalice sus vínculos de apoyo a los distintos
mecanismos de integración de ALC, asumiendo, por ejemplo, un rol formal
de Secretaría Técnica del CES de UNASUR o de otras instancias
regionales que aborden materias energéticas, como la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Esta función de la OLADE debe ser consensuada y respaldada por los
gobiernos, para lo cual se requiere de una acción directa con las
cancillerías y ministerios de Energía de la región, no solo de apoyo a
la propuesta sino también de respaldo financiero a la Organización. En
tal sentido, la parálisis de la UNASUR puede resultar una ventana de
oportunidad para proponer la migración de los contenidos técnicos del
CES a un organismo técnico especializado y de alcance regional. Con
esto, se podría rescatar el valioso trabajo realizado y se evitarían
interrupciones o politización de los temas.
Por otra parte, la experticia de la OLADE en la generación de datos y
en la elaboración de estudios puesta al servicio de los espacios
regionales a través de una función formal de Secretaría Técnica,
fortalecería su reconocimiento como referente principal en asuntos
energéticos en América Latina y el Caribe, por sobre otros actores que
igualmente elaboran estadísticas o informes para la región, tales como
la CEPAL, IRENA, bancos multilaterales u otros.
b) Recomendaciones en el nivel global:
-
Mejorar la incorporación de las regiones en la estructura del Foro de Desarrollo Sostenible de ALC.
Una tarea pendiente para Naciones Unidas, y para la CEPAL en
particular, es avanzar en la definición del rol que jugarán los
espacios regionales en la estructura del Foro de Desarrollo Sostenible
de América Latina y el Caribe. Esto cobra especial urgencia ante los
objetivos definidos por el Foro Político de Alto Nivel de incorporar
activamente a las regiones en el trabajo en torno a los ODS hacia el
año 2019. Estas definiciones y posibles requerimientos a las regiones
pueden incidir eventualmente en la necesidad de reactivar –en el caso
del Mercosur o UNASUR– o replantear el trabajo de las subregiones –en
el caso de la CAN– en materia de energía.
-
Incluir a la OLADE en el Foro de Desarrollo Sostenible de ALC, así
como a asociaciones regionales empresariales y organismos públicos o
privados relacionados a la energía.
La implementación del ODS 7 requiere de un acompañamiento de los
organismos técnicos regionales especializados. En tal sentido, el
principal organismo intergubernamental técnico para el impulso de la
energía sostenible es la OLADE, que debería insertarse por derecho
propio en el Foro de Desarrollo Sostenible de ALC.
Igualmente, desde una dimensión inclusiva, la energía sostenible
requiere en América Latina y el Caribe de la participación de actores
públicos y privados, para lo cual OLADE podría articular la
participación de otras organizaciones especializadas en energía, como
el CIER, ARPEL, WEC, universidades y centros de estudio e investigación
u otros que apoyen el desarrollo energético regional.
c) Una mirada hacia adelante:
Como se ha señalado, en el corto plazo las regiones tendrán que
responder al desafío de participar activamente en el esquema de
Naciones Unidas en torno a la Agenda 2030. Un hito fundamental será el
Foro Político de Alto Nivel de 2019, que deberá poner en práctica su
propósito de incorporar a las regiones en la implementación de los ODS.
Para ello, se requiere desde las regiones y organismos regionales
especializados plantearse activamente respecto al rol que pueden tener
como intermediarios entre el nivel global y nacional para impulsar
mayores avances en los objetivos y metas de desarrollo sostenible.
En este sentido, a través de este trabajo académico se pretende
eventualmente alertar sobre las posibilidades que se avecinan, así como
contribuir a valorar adecuadamente y poner en práctica la participación
del nivel regional en la agenda mundial.
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www.comunidadandina.org
www.mercosur.int
www.unasursg.org
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Pie de página:
1 El ODS 7 considera también otras dos metas transversales:
• Aumentar la cooperación internacional a fin de facilitar el acceso a
la investigación y las tecnologías energéticas no contaminantes,
incluidas las fuentes de energía renovables, la eficiencia energética y
las tecnologías avanzadas y menos contaminantes de combustibles
fósiles, y promover la inversión en infraestructuras energéticas y
tecnologías de energía no contaminante.
• Ampliar la infraestructura y mejorar la tecnología para prestar
servicios de energía modernos y sostenibles para todos en los países en
desarrollo, en particular los países menos adelantados, los pequeños
Estados insulares en desarrollo y los países en desarrollo sin litoral,
en consonancia con sus respectivos programas de apoyo.